Sed de mal


Por Juan Alonso

 

Hoy es un día gloriosamente triste. Se termina una era. El kirchnerismo pasará a la historia como la construcción política que llegó para honrar y poner en práctica las banderas de justicia social que legó Perón. Las gestiones de Néstor y Cristina fueron los dos mejores gobiernos de la historia de la democracia. Nunca antes un movimiento revalorizó tanto la Política tras la debacle del 2001/2002. Veníamos del naufragio y aprendimos a nadar. Fuimos dignos. Gran parte de la sociedad dejó el trueque y el hambre por el salario, por la Asignación Universal por Hijo, por el trabajo, por la primera computadora entregada por el Estado en los arrabales del arrabal, por la Universidad en el barrio, por el colegio inclusivo, por la búsqueda incesante de Justicia en causas por violaciones a los Derechos Humanos. Fue una época donde a los genocidas se los llamó criminales. Porque la dictadura fue eso y no un proceso. El kirchnerismo vino a darle valor a los sueños de generaciones. El kirchnerismo enamoró. Y por antonomasia también captó los enemigos más poderosos que puede tener un gobierno democrático: las grandes cadenas de supermercados, la banca especulativa (interna y externa), la concentración mediática del Grupo Clarín y sus socios, y la lógica del capitalismo foráneo de la principal potencia del continente.

Hay presidente electo. Dicen ser el cambio: son el pasado.

No está mal hacer un ejercicio de memoria y recodar que cuando Fernando de la Rúa se fue por los techos (es el mismo personaje que se pronunció a favor de Macri), su Policía asesinó a tiros a 39 argentinos. Algunos cayeron baleados a metros del Obelisco y la Plaza de Mayo. Aquello no fue nada normal, digamos. Y la Corte no intervino. Ni siquiera con la peor sucesión de presientes truchos (cinco en total), que asumían por el transcurso de unas horas. Pero Cristina Fernández de Kirchner no sólo no se fue en helicóptero de la Casa Rosada como De la Rúa; tampoco renunció como hizo el cándido Carlos “Chacho” Álvarez. Ella deja un país sin deuda, con una sumatoria de derechos adquiridos para la clase trabajadora nunca vista  desde 1983. Además, de una pelea internacional en todos los foros con los fondos buitres que sentó jurisprudencia para el mundo.
Claro que el kirchnerismo tuvo los límites propios de todo proceso de raíz popular: el condicionamiento del sistema de acumulación del capitalismo y sus lobistas empresarios y cancerberos. El mismo poder del dinero que designa a dedo a los gerentes de multinacionales para adueñarse del Estado. Algo que no es nuevo en la historia nuestra.
La grieta no comenzó con las retenciones al campo. La grieta viene de lejos: desde que aquella antigua colonia española comenzó a abrirse camino con un grupo de patriotas y mercaderes leguleyos, en ese barral que era el río –tierra de contrabando y truhanería- rodeada de indios bravos que se comían los cadáveres de las vacas y caballos, y maloneaban el horizonte a pura rabia por la carencia del desierto pampeano. De ahí venimos. Somos un país forjado a fuego y a cuchillo. Donde el odio siempre fue más hondo y perdurable que la convivencia. Si en Estados Unidos los colonos se abrieron paso empuñando las pistolas de Samuel Colt, aquí la palabra degüello fue tan común como la costumbre alimenticia de masticar carne asada cocinada a las brasas.

El amigo Alejandro Caravario pensó que “El Matadero” -ese maravilloso libro de Esteban Echeverría- adelanta de alguna forma esa antigua (falta) donde se mezclan las pasiones más abyectas con la nobleza de los hombres, la persecución del bien común, y claro está: la psicosis colectiva. La carestía de carne. El lodazal. El charco donde va a parar la vida. La sangre como un mar de Judas. Todo eso también somos.
Ahora que soplan vientos de desguace hay que tener memoria y ser agradecidos. En el mundillo de los periodistas no suele haber sentido de clase. Algunos colegas creen ser cirujanos o filólogos, analistas del té con leche, mojadores de facturas y acomodaticios del espiral, la linternita, y el cine. Otros se proclaman como los defensores de una independencia falsa que esconde el verdadero chantaje. La técnica del aporreo. La negociación boxística de las palabras. Pero sucede que, a veces, lindos y lindas del biri-biri, las palabras son dueñas de una música que no tiene precio. No se vende. Es como la pelota de Diego. La palabra no se mancha. Y sobran los ejemplos: de Arlt a Walsh y de Viñas a Bayer. Los apóstoles de la gerencia del sentido lo saben, pero juegan a ser Tom Wolfe con el dinero que reciben de las patronales esclavistas. Fingen demencia y pretenden que todo el resto haga lo propio. Pero no. No todos nacimos para mayordomos.

La historia nos enseña que las grandes luchas no las ganan los individuos en solitario. Las ganan los sujetos que tienen una ideología, una identidad, una conducta y un motivo. Si la derecha está alambrando el mundo habrá que correrse para no ser enlazado por el neoliberalismo vacío y banal. Las personas no dejan (ganancias): somos seres humanos. De Cristo a Buda y del Zen al Bushido aprendimos que el destino está atado al anhelo del hombre. La pulsión puede ser mortal. Cuidado con la vocación suicida de una porción grande de esta sociedad.

En estos 12 años nos ha tocado dar batallas contra el poder de los medios concentrados, sus empresas y sus mandantes. Muchos de nosotros lo hemos hecho por absoluta convicción. Sin cargos, sin prebendas, sin jubilaciones de privilegio, sin caja ni chequera, sin cobardía, sin dinero de ninguna pauta  Ojalá no llegue nunca la hora de los financistas y especuladores que juegan a la derrota de los derechos del prójimo para abroquelarse en su falta de decoro y dignidad.

La Argentina que viene no será como la que hemos vivido. Los dueños de las grandes compañías nacionales y extranjeras llegan a apoderarse de los principales puestos del Estado. Quisieran privatizar Aerolíneas e YPF. Quisieran arrojar a cientos de trabajadores por la ventana. Han tenido la osadía de nombrar a un ex CEO de Techint en el Ministerio de Trabajo. No faltan quienes auguran que pretenden negociar una escala paritaria cada cuatro años. Y para mal de males cuentan con ciertos jueces y fiscales –los mismos que se manifestaron preocupados por la honestidad y el final de Alberto Nisman- para lograr sus planes revestidos de presunto republicanismo.
El único camino posible es dar testimonio. Revelar lo que el periodismo oficialista callará hasta arrimar sus dientes de vampiro sobre el cuello flácido de esta democracia de lacayos que se hacen llamar magistrados como en la antigua Grecia.-

Papel Prensa: la justicia aceptó como querellante a Lidia Papaleo


Por Juan Alonso

Todo llega.
Luego de tres años desde que el Estado Nacional denunció penalmente a los dueños y directivos de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, la Junta Militar y sus instigadores civiles, por la apropiación ilegal de empresa Papel Prensa el 2 de noviembre de 1976, configurando el delito imprescriptible de lesa humanidad, hacia el final del jueves 6 de junio –el mismo día que este diario publicó en exclusiva una entrevista a Lidia Papaleo– el juez federal Julián Ercolini aceptó como parte querellante a la viuda de David Graiver. Lidia fue secuestrada por un grupo de tareas del Ejército el 14 de marzo de 1977, y padeció cárcel y torturas durante seis años en manos de Ramón Camps y su troupe de nazis de la picana. Además de no recibir un solo peso de la primera cuota irrisoria de 7000 dólares por el traspaso que tuvo que firmar, según declaró, «presionada» en las oficinas de La Nación, bajo amenaza de muerte por parte de Héctor Magnetto, que le soltó: «Firme o le costará la vida de su hija y la suya.»
La Argentina es tan generosa que este empresario actúa como ejecutor de los intereses de las corporaciones. Él y Bartolomé Mitre fueron socios de la dictadura genocida y hoy pretenden representar desde sus páginas al «periodismo independiente». Acorralados, montan campañas de desgaste y desprestigio contra la democracia a través de sus programas de bricolaje. Fueron y son oficialistas del terror. Y no habrá forma de que se quiten la sangre con la que amasaron fortunas con Papel Prensa.
En Tiempo Argentino no publicamos cotillón. Damos testimonio y nos basamos en documentos considerados por la justicia.
En su escrito, Ercolini pone el acento en las notas que el autor de esta crónica realizó junto a Cynthia Ottaviano el 6 y el 26 de septiembre de 2010. Más precisamente en los artículos sobre las reuniones del general de brigada Bartolomé Gallino, con los directivos de los tres diarios en momentos en que Lidia Papaleo era brutalmente torturada en Puesto Vasco. Golpes y vejaciones que le produjeron un tumor cerebral.
Los cuatro documentos clave del Ejército que se publicaron en estas páginas fueron producidos el 7 de abril de 1977, a las 10:30 y a las 16:30; y el 9 de abril del mismo año, a las 8:40 y a las 20. El 7 de abril de 1977, con la firma del «oficial superior preventor Oscar Gallino». El militar estaba a cargo de la «investigación»: un eufemismo para referirse a la sucesión de tormentos que se le practicó a toda la familia Graiver. El acta refrenda que Gallino recibió «a los Directores y Asesores letrados de los diarios La Nación, La Razón y Clarín, quienes concurren con motivo de la adquisición del paquete accionario del Grupo ‘Fundador’ de Papel Prensa».
El hombre con quien Magnetto y Mitre bebieron café, Gallino, fue subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno de la zona 4 de Campo de Mayo. Entre sus galardones de dudoso honor, se contaba la ejecución de los militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que habían intentado copar el Batallón 601 Domingo Viejo Bueno, en Monte Chingolo.
En otro documento del 9 de abril de 1977, dos días después de la reunión antes mencionada, Gallino volvió a dejar asentado que recibió a «el secretario de Industria, Raymundo Podestá, los presidentes de los directorios de La Nación, Clarín y La Razón, que son los adquirentes del paquete accionario del ‘Grupo Fundador’ de Papel Prensa, que representa el 26 por ciento del total del paquete accionario».

Y tal como se dejó escrito en la burocracia de aquel Ejército criminal, el motivo de las reuniones con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos era «producir sendos informes» para después ordenar: «Se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril de 1977.»
Es decir: Gallino se «informaba» a través de estos recientes adherentes al republicanismo que apoyaron todos los golpes de Estado desde 1955 hasta aquí y luego «interrogaba» a los Graiver y a Lidia Papaleo, por entonces detenida-desaparecida.
Así de claro.
Valorando el complejo expediente, el juez Ercolini citó a Lidia Papaleo (una vez más) para el próximo jueves 13 de junio y la instó a «unificar la personería», o sea la querella, con Rafael Ianover, ex mano derecha de «Dudi» Graiver y ex integrante del directorio de Papel Prensa, que fuera secuestrado el 12 de abril de 1977. El 28 de agosto de 2010 entrevistamos a Ianover y esa nota también forma parte del aporte documental que este diario aportó a la causa.
El juez tiene elementos suficientes para llamar a indagatoria a Magnetto, Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre.
¿Lo hará?

LOS ARGUMENTOS DEL FISCAL. En su resolución de siete carillas, el fiscal Carlos Stornelli realizó un análisis pormenorizado de la documentación de la causa. Si bien hacia el final de su escrito pide excusarse por su relación personal de «más de 30 años» con el ex ministro del Interior de la dictadura, Llamil Reston, familiar de su mujer –quien no está imputado en el expediente que investiga la apropiación de Papel Prensa–, aclara: «Más allá de las imputaciones concretas que en autos se han delineado a través de las distintas presentaciones formuladas por la Secretaría de Derechos Humanos en su rol de parte querellante, son numerosas las referencias que constan en autos respecto de un especial interés del gobierno de entonces, manifestado en sus más altas cúpulas, en que así los hechos se sucedieran. Es decir, a juzgar de numerosos testimonios reunidos hasta el momento y las propias afirmaciones de la parte querellante, más allá de las voluntades particulares de quienes integraban el gobierno de facto y de quienes pudieran resultar imputados en esta causa, puede deducirse que esto se trataba de una cuestión de particular interés para la Junta de Gobierno entonces conformada.»
En un párrafo anterior, Stornelli sopesó lo que cree sucederá: «(…) del detenido análisis del plexo probatorio hasta el momento reunido, no puede soslayarse que con el devenir de la instrucción y especialmente de las resultas de las diligencias propuestas por esta parte, pueden sobrevenir en el proceso razones que aconsejarían la excusación del suscripto».
¿A qué se refiere concretamente el fiscal?
Es que ciertos amigos de Reston, su compañero de asados domingueros, podrían resultar procesados en el expediente, y él, Stornelli, prefiere proponer medidas de prueba antes que acusarlos directamente como funcionario que está en ese lugar para representar los intereses del Estado en nombre de todos los argentinos. Es un argumento entendible, claro. Razonable viniendo de una justicia que le esquiva la jeringa a los poderes fácticos que se llevaron puesto a Roberto Marquevich, en 2004, luego de haber encarcelado a Ernestina Herrera de Noble por el presunto trámite irregular en la adopción de sus hijos y herederos adoptivos Felipe y Marcela Noble Herrera.
Al margen de estas diligencias propias de la conciencia humana, el representante del Ministerio Público también puso en valor la nota que publicó este diario con la firma de Cynthia Ottaviano el pasado 12 de junio de 2010 sobre «los documentos desclasificados de los EE UU sobre Papel Prensa», hasta entonces, «archivos secretos e inéditos».
Todo ese material ya fue aportado por este medio al expediente. Al igual que la entrevista que le realizamos a Isidoro Graiver, otra víctima de la dictadura genocida, que nos dijo que el traspaso de las acciones a favor de Clarín, La Nación y La Razón había sido «a todas luces un afano, un afano».

Por medio de Isidoro fuimos a buscar los archivos en donde se ve cómo los tres diarios presionaron a los Graiver desde sus tapas con campañas de acoso, antes de la firma del traspaso a fines de 1976. En eso no han cambiado.
Por esos caminos de la conciencia terrenal, Isidoro se plegó a los intereses de Magnetto y estaría viviendo en Londres con sus hijos. En el medio hubo, dicen los que lo conocen, más de 2 millones y medio de razones que lo llevaron a tomar semejante decisión extrasensorial. Y es que a veces, la conciencia de los hombres toma senderos insospechados.
Pese a quien le pese, la verdad triunfará. Por aquello de: «Justicia, justicia perseguirás.» «

Para stornelli no existió la dictadura

Puede parecer raro, pero 30 años después del período más oscuro de la historia nacional, para el fiscal Carlos Stornelli no existió la dictadura militar.
Stornelli se excusó de continuar como fiscal de la causa que investiga la apropiación por parte de Clarín y La Nación de las acciones de Papel Prensa por la relación que mantiene con el último ministro del Interior de la dictadura, Llamil Reston, que es familiar de su mujer.
En la argumentación con la que defiende esa decisión, Stornelli sostiene que Reston fue «funcionario militar en el marco del gobierno de ese entonces». El «gobierno de ese entonces» fue la más sangrienta dictadura cívico-militar de que tenga memoria la historia argentina, responsable de la desaparición de 30 mil ciudadanos y ejecutora de un Plan Sistemático para el robo de bebés.
En otro párrafo, el fiscal se refiere a la dictadura como gobierno de facto, pero en su extenso escrito nunca la llama por su nombre: «dictadura».

(Nota publicada en el diario Tiempo Argentino el domingo 9 de junio de 2013)

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Reportaje a Lidia Papaleo: «Quiero que Papel Prensa esté en manos de los argentinos»


Por Juan Alonso

Cae la tarde en la calle Montevideo. Lidia Papaleo lleva un abrigo largo y botas. Me toma del brazo. Pasamos a metros de la casa del hombre más poderoso de la Argentina, Héctor Horacio Magnetto. Protagonista del despojo de Papel Prensa, socio de Videla y Massera y ahora erigido referente empresarial del «periodismo independiente». Representante mediático de los dueños del trigo y mentor ideológico del golpe por desgaste que pretende jaquear a la democracia nuestra. Pese a las pruebas en su contra, ningún juez lo llama a testimoniar, por ahora (ver aparte). Le temen al «señor Magnetto», diría el Duhalde servil.
Los testimonios se dan o se ocultan. Por eso esta nota, a tres años de la investigación que realizamos en Tiempo Argentino y que, con orgullo, forma parte del expediente judicial. Algún día, Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre deberán explicar aquel brindis con Videla en la planta de San Pedro y el pacto con los genocidas para apropiarse de una empresa y edificar un monopolio en base a la sangre derramada de los argentinos.
Ahora Lidia parece frágil bajo la lluvia. Dice que su motor es el amor. La construcción amorosa que alguna vez formó con David Graiver. Se aferra a su memoria y marcha como puede. Con cada uno de sus huesos. Con todo lo que es.
Una joven modelo de cabello castaño y ojos grises posa para una sesión de fotos en la plazoleta que parece parisina. La lluvia nos rodea con su serpentina de agua nieve. Brillan los gotones y se expanden en círculos.
Es el paso del tiempo que vuela como un ave derrapada.
El alma de las cosas.
En los ojos transparentes de Lidia veo a una mujer que ha sufrido mucho. Demasiado. Pocas personas resistieron las vejaciones y torturas de los centros de exterminio de Ramón Camps. Estuvo desaparecida y luego presa seis largos años. Cuando los representantes de Clarín y La Nación ayudaban a elaborar «interrogatorios» con el inquisidor de los Graiver designado por el finado Videla –el general Oscar Gallino, en 1977–, Lidia era torturada por una patota de nazis.
A esos nazis nadie los denunciaba desde los editoriales de la época. Porque tanto Clarín como La Nación y La Razón fueron el sostén del relato de la peor dictadura de nuestra historia, sus protectores, socios y propagandistas. No habrá programa de cotillón que los aleje de la alianza con el terrorismo de Estado.
Y lo saben.
Aquellos aniquiladores antisemitas también picanearon a Jacobo Timerman, colega «editor» de estos recientes «republicanos».

«¿Así que sos sionista?», le preguntaban, a los gritos y cachetazos, los verdugos al mando de Miguel Etchecolatz. «Sí, lo soy», respondía el fundador de La Opinión.
Desnudo y torturado fue más digno que toda esa jauría de enloquecidos de sangre.
Lidia conoció muy bien esos calvarios. En la causa por el Circuito Camps describió en detalle cómo padeció un tumor cerebral a causa de los brutales golpes que le propinaba Norberto «Beto» Cozzani, miembro de la patota de Puesto Vasco.
«En muchas oportunidades me decían que por orden del gobierno (la dictadura de aquel momento) teníamos que vender las empresas sólo a empresarios argentinos y no judíos», declaró.
Esos 23 templarios del horror fueron condenados a prisión perpetua el 19 de diciembre de 2012 por esta justicia democrática. Pero todavía falta hallar al resto de los nietos de las abuelas y revelar quién secuestró a Jorge Julio López del barrio Los Hornos, en La Plata.
Todavía falta.

DOLOR MILITANTE. Lidia cuenta que hace más de seis años que no ve a sus nietos, los hijos de su hija María Sol, y ningún juez la asiste en su derecho como abuela. Miran para otro lado.
A veces hace una pausa en sus pensamientos que la remontan como el hilo del barrilete hasta Antonio Domingo Papaleo, su papá panadero y anarquista, fallecido en el ’82, tras una hemorragia que comenzó dentro de la cárcel.
Se siente rodeada por los fantasmas de las antiguas compañeras intramuros y la historia de una ladrona de bancos que tenía más coraje que algunos hombres. Afuera, iba armada con una 45 y cocaína. Adentro, protectora fiel, acercaba las noticias de «afuera» y el mate cocido reparador. La escalera del vacío.
Lidia vuelve al destino como arrebato de su duelo.
–¿Qué la moviliza a seguir adelante?
–El amor a David Graiver me mantiene viva. Pienso en él y me da fuerzas para seguir. La relación amorosa con David es mi motor. La familia que supimos crear. Así logré sobrevivir todos estos años de padecimientos. Mi hermano Osvaldo, mi hermano Hugo. Ellos me ayudaron siempre. Si hasta me quisieron echar de mi edificio porque era una presa de la dictadura, casada con un judío al que tildaban de terrorista. Mis propios vecinos. Sé bastante sobre el funcionamiento del odio. Podría hacer un tratado. Pero prefiero actuar con amor y dedicación. Tener convicciones tiene un costo. Yo quiero que Papel Prensa esté en manos de los argentinos. Que esté en manos del país. Porque «Dudi» fue un pionero en un montón de cosas. Él creía en la pluralidad de voces, en el ejercicio del periodismo, en la libertad. Ayudaba a los jóvenes pintores y los becaba para la Bienal de Venecia. Era íntimo amigo del cura Carlos Mugica y donaba la leche y el pan para la Villa 31. Pocos lo saben, pero así era David. Un buen hombre.
–Su muerte sigue siendo un misterio.
–Fue terrible para mí, de golpe me quedé totalmente sola. A cargo de un conglomerado de empresas y bancos en todo el mundo y con una hija chiquitita. Me acuerdo que en una reunión social en México, antes de la muerte de David, un importante hacendado, Gabriel Alarcón, le había dicho: «David, vendé Papel Prensa porque te costará la vida.» Fue en el ’76. Me quedé totalmente sorprendida con aquella frase. Le pregunté y él como siempre me dijo que me quedara tranquila, que no pasaría nada. Luego de su muerte comencé a recibir presiones que me llevaron a pensar que iba a vivir momentos muy duros y no me equivoqué.
–¿Cómo hizo para sobrevivir?
–Con fe. Yo siempre me refugié en mi familia, pero no estaba preparada. Soy sólo una psicóloga, no sabía manejar un grupo empresario como el que había creado mi marido. No tenía ni la menor idea de qué hacer. Pero regresé al país y me hice cargo. Después vinieron los aprietes de los tres diarios, las reuniones con esta gente en el edificio de La Nación, donde me topé con la mirada perversa de este señor Héctor Magnetto, que me amenazó a mí y a mi hija si no firmaba la transferencia de acciones en poder de ellos. Fue un despojo absoluto.
–¿Cuál es el balance de estos tres años?
–En 2010 tomé la decisión de salir a denunciar a estos personajes por lealtad a David. Después de la asamblea de Papel Prensa que todos hablaron de números, yo les dije en la cara que estaba sentada ahí por una historia de amor. Eso definió mi vida en base a un recuerdo verdadero. Fue un cambio tan drástico como el ’76, cuando muere David. Todo se define como una identidad para mí y gira en torno a su verdadera dimensión.
–Desde Clarín insisten en que usted nunca había hecho referencia a Papel Prensa, ¿qué les responde?
–No es cierto. Los militantes de las organizaciones de Derechos Humanos saben que no miento. Los que me conocieron en la cárcel también saben que siempre hablé de Papel Prensa. Y por eso era la última de las marginadas en los pabellones. El resto de las internas se apartaban de mí por miedo. Porque el miedo tiene un olor determinado, se puede oler el miedo. Que es muy distinto a lavarse o no lavarse. El miedo no se quita con una ducha, nene.
–¿Cómo sobrellevó la vida en libertad?
–Cuando salí de la cárcel en el ’82 volví a ejercer como psicóloga. Recién ahora me libero del miedo. Todo eso me produjo el año 2010. Más tarde volvió la negrura de la muerte con Néstor, que era muy afectuoso conmigo, eso me hizo pelota. Murió él, me rompí un pie y me explotó una mano. Quedé en sillas de ruedas. Me preguntaba qué iba a pasar. Por suerte todo se encaminó. Fui al velatorio de Néstor con mucho dolor y conversé con la presidenta. Hablamos de la fe, de nuestras convicciones. Ella es una mujer muy firme. Es lo que vos ves: clara y precisa.

El hermano de Lidia, Osvaldo Papaleo, de trayectoria en el peronismo, recuerda las charlas con algunos intendentes y dirigentes del interior sobre Papel Prensa en tiempos de debate por la Ley de Medios. Cuenta que incluso en algunas provincias hay quienes todavía le temen a Clarín. Afirma que sólo Néstor, Cristina y el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, fueron y son los más firmes defensores de la lucha por la verdad contra la mayor corporación mediática del país.
«Ustedes que hicieron aquella nota con Isidoro Graiver donde se reveló lo que opinaba antes de ser ‘requerido’ por Clarín –remarca Osvaldo Papaleo– tienen que saber que el domicilio de este personaje es un misterio desconocido. Hubo al menos dos millones y medio de razones para que este señor se fuera a vivir a Londres. Estos tipos no tienen límites.»
La voz de Lidia y las circunstancias como gotas heladas.
Ciertos abogados que quisieron «mediar» para quebrarla. Pegajosos del poder del dinero. Sicarios trajeados y ejecutantes.
Afuera sigue lloviendo. Nos despedimos con un abrazo cálido.
Desandar el camino perseverando contra el señor Matanza.
De eso se trata. «

Un juez en su laberinto

J.A.

Por estas horas, el juez federal Julián Ercolini transita su laberinto. Según fuentes de la investigación, en los próximos días podría «haber novedades y citaciones» en la causa que lleva tres años de plancha en los cajones del fuero federal.
Desde que el recientemente jubilado magistrado platense, Arnaldo Corazza, se declaró incompetente, tras permitir que Isidoro Graiver se fuera del país y declarara de forma contradictoria en su juzgado, el complejo expediente anduvo mudado entre La Plata y la Capital Federal. Ninguno de los jueces actuantes se animó a citar a testimoniar a Héctor Magnetto y a Bartolomé Mitre, de Clarín y La Nación. Cuando la causa pasó fugazmente por el despacho de Daniel Rafecas, el CEO de Noble se presentó en persona en el Consejo de la Magistratura para pedir su juicio político. Con el antecedente del ex juez Roberto Marquevich, destituido en 2004, luego de encarcelar a la viuda de Noble por el presunto trámite irregular de la adopción de sus hijos Felipe y Marcela, el Poder independiente de la Justicia se apagó.
Por lo general, los funcionarios judiciales suelen otorgarle cautelares al grupo como los árbitros fallan penales inexistentes.
Lo último que se supo, tal como publicó este diario el pasado 11 de mayo, fue que Ercolini «requirió el envío de todos los balances y un informe sobre la tasación y la evolución del precio de sus acciones ‘desde sus orígenes’ para determinar si hubo ‘precio vil’ en la venta» de Papel Prensa.
El «farragoso» análisis económico y contable dispuesto por Ercolini no significa –de hecho– que desde su juzgado avancen con la acusación de lesa humanidad promovida por el Estado.
Lidia Papaleo recibió una primera cuota de 7000 dólares cuando firmó el traspaso de acciones en las oficinas de La Nación el 2 de noviembre de 1976. Meses después, el 14 de marzo del ’77, fue secuestrada por un grupo de tareas al mando de Ramón Camps.

(nota publicada en el diario Tiempo Argentino el 6 de junio de 2013)

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La Justicia Federal convalidó la investigación de Tiempo Argentino sobre Papel Prensa


Opinó que el caso papel prensa debe tramitarse como delito de lesa humanidad, dentro del “circuito camps”

Rafecas calificó de “verosímil” la prueba contra Magnetto y Mitre

Publicado el 5 de Agosto de 2011

Por Cynthia Ottaviano y Juan Alonso

En un dictamen de 66 páginas, el juez declaró nuevamente “inescindible” el despojo a los Graiver en beneficio de Clarín y La Nación de las violaciones a los Derechos Humanos. Otra vez, cedió la competencia a la Justicia Federal de la Plata.
En una resolución de 66 páginas, el juez federal Daniel Rafecas calificó de “importante” y “verosímil” la prueba reunida contra los accionistas de Clarín y La Nación, en el marco de la causa que investiga los delitos de lesa humanidad cometidos en el despojo accionario de Papel Prensa, en sociedad con Videla y Martínez de Hoz. Al mismo tiempo, volvió a declarar “inescindible” la operatoria empresaria con aval de la dictadura de las violaciones a los Derechos Humanos que se investigan en el juzgado federal platense de Arnaldo Corazza, en el expediente conocido como “Circuito Camps”, a quien nuevamente le cedió la competencia.
Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre fueron imputados por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación por los delitos de lesa humanidad cometidos contra los integrantes de la familia Graiver, quienes bajo presión y torturas fueron despojados de las acciones de Papel Prensa en beneficio de los diarios Clarín, La Nación y La Prensa, por orden de Videla y Martínez de Hoz.
Tal como publicó Tiempo Argentino hace un año, en la página 38 de su dictamen el juez recordó que el interrogador de los Graiver designado por la dictadura, Oscar Bartolomé Gallino, se reunió con Mitre, Patricio Peralta Ramos y Magnetto. Escribió Rafecas: “Llamativamente Gallino habría recibido ‘a los directores y asesores letrados de los diarios La Nación, La Razón y Clarín, quienes concurren con motivo de la adquisición del paquete accionario del Grupo Fundador de Papel Prensa  S.A.”
Gallino era un subordinado del comandante del 1º Cuerpo de Ejército, Carlos Guillermo Suárez Mason. El objetivo: los bienes de los Graiver y su relación con los fondos de la guerrilla de extracción peronista Montoneros.
En este sentido, a Rafecas le llamó la atención que pese a ese objetivo, “la única reunión que habría mantenido Gallino con personas que no fueran funcionarios del Estado –nótese que todos ellos eran de la provincia de Buenos Aires– fue con los integrantes de los adquirentes de las acciones clase A de Papel Prensa SA, a través de Fapel SA, y con el motivo explícito de la adquisición de tales acciones”.
Y no sólo eso. Existe prueba documental publicada por este diario en septiembre de 2010, en la que Gallino dejó constancia de la primera reunión –el 7 de abril de 1977– con los directivos de los tres diarios, donde se prepararon los interrogatorios del 11 de abril, y precisamente ese mismo día se presentó ante Lidia Papaleo en el campo de tortura para preguntarle sobre Papel Prensa y el resto de las empresas de Graiver.
Gallino había sido preciso: “A las 8:40 concurren a producir sendos informes el señor secretario de Industria, doctor (Raymundo) Podestá, los presidentes de los directorios de los diarios La Nación, Clarín y La Razón (…) En la misma fecha, a las 20 horas se preparan los interrogatorios a tomar el 11 de abril.” La duda sobre quiénes eran los representantes de los diarios quedó despejada por una consulta al Boletín Oficial. Héctor Magnetto, Bartolomé Mitre y Patricio Peralta Ramos tenían ese cargo. Los documentos secretos que Tiempo reveló después de décadas de ocultamiento lo aclaran: el represor quería interrogar a Lidia sobre los bienes que se habían declarado en la sucesión por la muerte de su marido, estaba obsesionado con el emporio económico Graiver, los encuentros que había mantenido la mujer desde su llegada a la Argentina, y a nombre de quiénes estaban las acciones de Papel Prensa.
Gallino era impiadoso. Interrogó a Lidia por dos días. La viuda de David había sido brutalmente torturada con picana eléctrica. Entre los diplomas del general de brigada se destacaban la cacería de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que habían intentado copar el cuartel de arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo; y su cargo de subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno, en la fábrica militar de Campo de Mayo.
Para colmo, los diarios Clarín, La Nación y La Razón reconocieron en una editorial que toda la operatoria se hizo por medio de la gestión de la Junta y que fue el propio Gallino el que señaló la forma de pago. Los abogados dirían “a confesión de parte relevo de prueba”.
El poder de facto logró cometer semejante barbarie con el argumento de que la empresa era estratégica para el Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz. Por eso debía quedar, según las palabras de los represores, en manos de empresarios “argentinos, no judíos”.
Para quebrar a los Graiver decidieron demoler el poder económico del grupo acosándolo con notas negativas publicadas en la tapa de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, antes de lograr el traspaso de acciones con un primer pago irrisorio de 7200 dólares en efectivo.
En la página 35 de su dictamen, Rafecas completa lo que podría entenderse como una traducción judicial de lo publicado por este diario desde junio de 2010. “La detención de Lidia Papaleo con posterioridad a la suscripción de los convenios de transmisión del paquete accionario de Papel Prensa SA en poder del Grupo Graiver, adquiere significados concordantes con la plataforma acusatoria si se advierte que la nombrada –afirma Rafecas– no sólo fue una de las firmantes de aquellos contratos, sino que también era la administradora judicial de la sucesión de David Graiver (…). Recordemos que a su vez, Lidia Papaleo había iniciado el proceso sucesorio con el patrocinio letrado del Jorge Rubinstein que, como vimos, habría sido la mano derecha de Graiver, y luego también fue secuestrado y habría fallecido durante su cautiverio a causa de las torturas que le fueron infringidas.”
En los fundamentos, Rafecas insistió con que la causa debe seguir  tramitándose en el Fuero Federal de La Plata, ya que allí operaba el represor Camps bajo las órdenes de Suárez Mason. Para el magistrado hubo “aspectos de simultaneidad y estrecha vinculación entre los acontecimientos, que han sido, como se vio, invocados por los acusadores y no han sido desvirtuados, hasta el momento, a lo largo de la instrucción”.
“Nótese que en fecha 9 de marzo de 1977, Lidia Papaleo de Graiver, solicitó al juez de la sucesión de David Graiver autorización de las ventas de acciones clase ‘C’ y ‘E’ efectuada el 2 de noviembre de 1976 ad referéndum de la aprobación judicial”, afirmó Rafecas y advirtió que “en esa ocasión,  la operación pudo realizarse porque el paquete de las acciones se vendió simultáneamente con un importante paquete de acciones Clase A (cinco votos) que hicieron los mismos compradores al señor Rafael Ianover y Galería Da Vinci SA. Esta venta total representaba para los compradores (Clarín, La Nación y La Razón) prácticamente el control de la Sociedad.”
“Apenas cinco días después, Lidia Papaleo fue detenida –remarcó  Rafecas– y trasladada a Puesto Vasco, sitio en el que recordemos fue interrogada sobre la operatoria del Grupo Graiver.”
Diez días después de su detención a manos de la patota de Miguel Etchecolatz, el 24 de marzo de 1977, el asesor de menores César Hernán Cozzi Gainza pidió “recabar mayores elementos de juicio que permitan apreciar la equidad de dicha operación”. El punto es que la hija de Lidia y Graiver, María Sol, era una beba de dos meses y la viuda estaba a cargo del trámite sucesorio y los bienes de su marido muerto misteriosamente en un accidente en México.
La dictadura y sus socios civiles no pararon de acosar a sus víctimas. Había mucho dinero y poder mediático en juego. “Mientras tanto –señaló Rafecas en la página 37– conforme surge de su declaración en fecha 3 de julio de 1986 ante la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, en fecha 4 de abril de 1977, Lidia Papaleo fue trasladada desde Puesto Vasco al Pozo de Banfield donde fue interrogada por el general Gallino”.
Gallino fue el nexo uniformado de Magnetto y Mitre en el caso Papel Prensa.
El Ceo de Clarín ya no lo puede negar. No lo dicen los periodistas. Lo dice la justicia que investiga un delito cuya pena es la cárcel.

Publicado en el diario Tiempo Argentino el 6 de agosto de 2011

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Los rugidos del león


Por Juan Alonso


Ojo con el peronismo herido. Cuidado con faltarle el respeto al pueblo.
El movimiento político de masas más importante de América Latina que transformó a la sociedad argentina en la mitad del siglo XX y se hermanó, gracias a Néstor Kirchner, con los demás países de nuestro continente en la Unasur, siguiendo los preceptos de la Patria Grande de Bolívar y San Martín, está dolido y en reacción de aguante. Cientos de miles de jóvenes le dieron el último adiós al líder y varias generaciones marcharon llorando por la Plaza de Mayo. Familias enteras levantaron las banderas para despedir al hombre que se fue.

Eso es mucho más que una señal. Y no poca cosa para entender esta historia.
El movimiento obrero organizado, con el camionero Hugo Moyano a la cabeza, demostró a horas de la repentina muerte de Kirchner, que la CGT respaldará a Cristina pase lo que pase y a cualquier costo.
El gremio de Moyano estuvo en la Plaza. Se hicieron sentir al igual que la líder de la organización Tupac Amaru, Milagro Sala, junto a Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto, Taty Almeida y Nora de Cortiñas. Es decir: por primera vez en la vida de los argentinos todos los organismos defensores de los Derechos Humanos le dijeron presente a la presidenta que votó la mayoría del pueblo en 2007.
¿Y por qué?
Simple: Kirchner derogó las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final; descolgó el cuadro de Videla del Colegio Militar; edificó un Museo de la Memoria en la ESMA; promovió justicia contra los crímenes de lesa humanidad y encarceló a los genocidas; avaló las paritarias para la clase obrera; aumentó dos veces por año las pensiones y jubilaciones, resolviendo la falta gravísima del delarruismo y la vocera de Magnetto Patricia Bullrrich Luro Pueyrrerón; hizo participar a la clase trabajadora muy cerca del piso histórico del 50% del PBI del primer peronismo; defendió la soberanía nacional en la causa Malvinas; pagó gran parte de la deuda externa y rompió con el Fondo Monetario Internacional, el Club de París, y George W. Bush; le dijo no al ALCA y sí a los sueños del sur; sostuvo la democracia en Ecuador, Bolivia y Colombia; se alió con Evo, Lula, Chávez y Correa; dignificó por fin a los caídos del sistema con la Asignación Universal por Hijo, y se enfrentó como nadie –salvo Juan Perón– contra el poder real de las grandes corporaciones empresarias, las patronales del campo, la Iglesia y el oligopólico Grupo Clarín.

Y, como si fuera poco, antes que nada deshizo la llamada Ley Banelco de los aliados del desastre del 2001 y nombró la mejor Corte Suprema de Justicia que hemos tenido desde 1983.

A diferencia de Carlos Saúl Menem, Kirchner no traicionó los valores de su generación, y tal como prometió, no dejó los ideales en la puerta de la Casa Rosada. Los puso adentro y se forjó como un estadista militante.
Por eso, desde la otra central de trabajadores, Hugo Yasky, de la CTA, también se ocupó de remarcar que los afiliados docentes y estatales, entre otros, no resignarán las conquistas logradas con las gestiones de Néstor y Cristina desde 2003 hasta acá.
No hay absolutamente ninguna posibilidad de regresar a la política de entrega y saqueo de los ’90. Eso quedó muy claro en las calles de todo el país.
Sólo el kirchnerismo –la expresión actual del peronismo auténtico– pudo lograr una concertación política de masas con un fortísimo anclaje en sectores intelectuales y medios que conmovió al mundo en tres días de duelo sentido y multitudinario.
¿Qué mente pueril puede pensar que los cientos de miles de personas que se acongojaron por la pérdida de Kirchner, asistieron a la Casa de Gobierno y a Río Gallegos, por el pancho y la gaseosa?
El que afirme semejante sandez está condenado a la ignominia.
La tapa de Clarín de ayer, el diario de Ernestina Herrera de Noble y Héctor Magnetto (acusado por el Estado de haber cometido presuntos delitos de lesa humanidad en la apropiación de la empresa Papel Prensa en sociedad con la última dictadura) volvió a mentir a la sociedad.
Ese medio ya no logra interpretar la realidad, ni siquiera con la manipulación de subjetividad que promueve sin pausa y sin vergüenza.
“La presidenta afronta en soledad la tarea de gobernar y de conducir a las fuerzas oficialistas”, escribió el diario en donde el otrora militante de izquierda, Ricardo Roa, desliza infamias en cada línea abyecta de su prosa esmirriada.
Ni Cristina está sola ni el consenso se logró a base de “chequera” como sostiene Roa livianamente, con la banalidad propia de la prensa canalla, oficialista de la dictadura y sostén del neoliberalismo que hambreó a los trabajadores con el Menemato.
Sin dudas, el paradigma que se abre es esperanzador para el pueblo argentino.
Cristina Fernández de Kirchner retomará –como lo hizo siempre– las principales banderas por las que su compañero dio la vida: justicia social, soberanía política y económica para lograr al fin una Patria justa, libre y soberana.
Los fundamentos que legó Perón y Evita y que Kirchner interpretó como nadie.
Mucho respeto con el peronismo herido. El león ruge porque está vivo.

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La noche larga


Por Juan Alonso

Fue un día paradojal que avanzó en círculos envolviendo esperanza y tragedia.

Momentos conmovedores e imborrables que quedarán para siempre bajo la piel de los argentinas y argentinos de bien. Eran las 21 del 27 de octubre, día aciago en el que murió Néstor Kirchner, y en el estudio donde se emite 678, en Canal 7, no cabía toda la esa tristeza junta.

En la primera fila se sentaron, en paz, Estela de Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo; Tati Almeida, de Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora); Julio Piumato, secretario general de los empleados Judiciales y miembro de la CGT; Omar Plaini, Canillitas; Hugo Yasky, secretario general de la CTA;  Pablo Echarri, Susana Rinaldi, Florencia Peña, Cecilia Roth, Ana María Picchio, y Víctor Laplace; entre otras figuras del ambiente artístico. Todos quebrados por la angustia.

Cada uno confluyó en aquella hondura difícil de describir. Esos rostros de dolor me revelaron hasta qué punto la pérdida de Kirchner marcó a fuego a los que ya hemos transcurrido algo más que la mitad de la vida.

El director de este diario, Roberto Caballero, nos dijo el día que convocó al equipo periodístico: “Nosotros vamos a caminar por la senda de los pañuelos blancos, por donde vayan las Madres y las Abuelas, ahí estaremos. Ellas son nuestra guía”.

De pronto recordé esa frase resonando en mi cerebro aturdido, sentadito ahí en nombre de este colectivo de trabajo. Y moqueé como un chiquilín incorregiblemente ingenuo, sonso de toda sonsera. Demasiado acostumbrado a merodear los distintos planos de lo trágico y las noticias policiales, tomé consciencia de ya no era el mismo hombre.

Por supuesto que no lo era. Definidamente no.

Y recordé a mi padre, cuando murió Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974, cuando lo vi llorar en un grito de silencio.

Casi con palpitaciones, noté para mi sorpresa, que no se adueñó de mí el cinismo típico de este oficio santo y maldito. Ni siquiera me rozó esa noche de penas. Más bien, todo lo contrario. Fueron tres horas de combate contra la muerte, el designio incierto del destino, la desdicha, la ruindad y el olvido.

Fue una noche de memoria y hasta diría que fue una noche militante.

Desde que Tati Almeida definió a Kirchner como “un hijo” el ambiente se cargó de esa bruma espesa que no se borra con nada. La adrenalina de estas horas nos durará semanas, meses, años, hasta que nos demos cuenta de qué estamos hechos debajo de los huesos que heredamos de nuestros viejos.

“Carajo, me pongo a llorar de nuevo, soy un imbécil importante”, escuché decir a mi espalda. Por delicadeza no me di la vuelta y espié el monitor donde aparecía Raúl Rizzo desencajado. Unas pocas filas más allá, Horacio Fontova, muy conmovido.

El actor Ernesto Larrese y su pareja, el representante de actores Alejandro Vannelli, se sentaron a mi derecha. Larrese tuvo palabras de agradecimiento para la gestión que avaló, propuso y legisló el matrimonio igualitario. Lloraron. Todos lloramos. Y pensamos que esa fue una victoria de la democracia real que tuvo a Kirchner como ideólogo y protagonista principal.

Llegó un corte que dio paso al noticiero y de vuelta apareció el ex presidente jugueteando con el bastón el día que asumió, el 25 de mayo de 2003, en el Congreso de la Nación. Hubo risas.  Pero los camarógrafos tenían los ojos rojos.

Y vimos la otra sonrisa feliz de la presidenta que ahora es viuda. Esa huella del amor en un gesto sencillo y franco. Moldeada en un amor que no muere porque perdura y se expande en el aire de este cielo tan celeste.

De lo contrario, ¿qué demonios fue todo eso que vivimos en ese estudio de televisión el mismo día en que Kirchner murió?

¿Cómo se explican las repentinas demostraciones de afecto genuino que miles de ciudadanos realizaron en las últimas horas en todo el territorio del país? ¿Quién es el titiritero místico que está detrás de esos actos espectaculares por sus niveles de credibilidad?

“El pueblo no defrauda jamás”, escuché en el panel.

Lo que al principio fue sólo tristeza, pronto fue exposición de ideas, perseverancia, fortaleza de ideales que no están a la venta ante nada ni nadie.

“Ese hombre me dio vuelta más de una vez. Kirchner no es parecido a nadie”, afirmó Susana Rinaldi. Más aplausos.

Ahí nomás, el rabino Daniel Goldman y el sacerdote Eduardo de la Serna se estrecharon en un saludo que fue mucho más allá de la religión y la fe. Hubo confraternidad entre seres humanos. Probé que era posible. Y, para mi asombro, descubrí lo inimaginable para un periodista de más de 40 años. Que estaba creyendo aquello. Es decir: todo ello era tan real como las sentidas palabras de Milagro Sala, líder de la Organización Tupac Amaru: “Muchos argentinos hoy son más kirchneristas que antes. Cristina no está sola. Que la puta derecha sepa que no se la va a llevar gratis”, soltó en el estudio de televisión.

Nos quedamos sin palabras.

Y no era frivolidad eso. Porque Milagro Sala también nos dio una enorme lección. Tal como había dicho unas horas antes, desde la sede la CGT, Hugo Moyano: “El pueblo, los trabajadores, no olvidan a quienes protegieron sus derechos”.

Es tan cierto como que el sol saldrá cuando no estemos pisando esta tierra hermosa.

La tribuna de 678 reflejó mucho más que convivencia democrática y solidez política de algunos de sus participantes. Lo que dejó en claro esa tribuna, junto a los conductores del ciclo que produce Diego Gvirtz y conduce Luciano Galende, fue que la Argentina no será la misma nunca más después de Néstor Kirchner.

Un hombre criticado por sus aciertos, no por los errores que pudo haber cometido.

Eso quedó reflejado en las palabras del Movimiento Obrero representado por Piumato, Plaini, y Yasky.

Las nuevas generaciones de dirigentes, representadas por Martín Sabbatella y Carlos Raimundi, entre otros, destacaron el vacío que dejó la pérdida del “militante”.

En nombre de los periodistas que estábamos en el estudio, tomaron el micrófono Claudio Villarruel, Pablo Llonto y Pedro Brieger.

Villarruel cuestionó la forma de ejercer la profesión en el marco de un país todavía en disputa. Llonto, por su parte, fustigó la hipocresía del vicepresidente Julio Cobos y la oposición fronteriza de Mauricio Macri.

Pablo trazó un paralelo entre el acto crucial en que Kirchner ordenó descolgar el retrato de Jorge Videla del Colegio Militar, el 24 de marzo de 2004, con la valiente lucha contra el oligopolio del Grupo Clarín que lleva adelante este Poder Ejecutivo con la impronta que legó Kirchner.

Un hombre que sin dudas ingresó a la historia grande porque fue el único presidente que combatió al poder real después de Juan Perón.

Ojalá la tristeza y la sombra, esta vez, se hagan Patria.

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Isidoro, Papel Prensa, y el guión de Magnetto


La apropiación de Papel Prensa

El oportunismo de Isidoro Graiver

Publicado el 6 de Octubre de 2010

Por Cynthia Ottaviano y Juan Alonso

Creer en los dichos de Isidoro –que se contradicen con los que nos dijo a nosotros, mirándonos a los ojos, y que pueden cotejarse en sede judicial– es una estrategia de defensa demasiado volátil, tanto como querer defender a un homicida asegurando que, a la hora en que ocurrió el asesinato, estaba en la casa de su madre.

Antes de hablar, se tapaba la boca con los dedos como si hubiera algo que no pudiera decir. Al responder, bajaba la mirada, esquivo. Cada tanto, se hundía en un suspiro profundo, fuerte, potenciado por micrófonos delatores y, ya pasados algunos minutos de “entrevista”, una saliva blanca, espesa, se apoderó del centro de su labio inferior: estaba nervioso. Ocultaba. Mentía. La cara, como se sabe, es el campo de batalla de las emociones. Todo se refleja en un par de gestos. Y no fueron esos gestos los que pudimos ver cuando lo entrevistamos a lo largo de más de dos horas, el 11 de junio pasado. Al contrario, frente a nosotros se mostró distendido, verborrágico, elocuente. Llamaba a las cosas por su nombre: los diarios “nos trataron de chorros”, “a todas luces fue un afano, lisa y llanamente un afano”, “las presiones eran permanentes”, “los diarios nos humillaron”, dijo.
No tardaba en responder, ni calculaba cada palabra, como ocurrió el lunes a la noche, cuando a dúo con Joaquín Morales Solá intentó “limpiar” la imagen de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre (empleadores del columnista de La Nación, acusados de ser partícipes necesarios de delitos de lesa humanidad). ¿Qué importa si para Isidoro Graiver Magnetto tenía un “rol secundario” y Bartolomé Mitre “incluso menor”? Todos los documentos vinculados con Papel Prensa, las declaraciones hechas ante la Inspección General de Justicia, las publicaciones del Boletín Oficial, el pacto de sindicación y las notas periodísticas hechas por ellos mismos los mencionan con nombre y apellido como los directores de esa compañía1. Con Mitre, Magnetto y Peralta Ramos se reunió Oscar Bartolomé Gallino, el general de brigada que ostentaba el poder de mando entre los represores, interrogador oficial de Lidia Papaleo y del propio Isidoro Graiver. Y después de esas reuniones preparó los interrogatorios, que se realizarían el 11 de abril de 1977, como probó Tiempo Argentino, precisamente a Lidia, sobre Papel Prensa. Quedó registrado en los documentos. La palabra inescrupulosa de una persona ante un columnista, pagado por los acusados, no podrá cambiarlos. Ni aunque así lo quisiera.
Creer en los dichos de Isidoro –que se contradicen con los que nos dijo a nosotros, mirándonos a los ojos, y que pueden cotejarse en sede judicial– es una estrategia de defensa demasiado volátil, tanto como querer defender a un homicida asegurando que a la hora en que ocurrió el asesinato, estaba en la casa de su madre.
El 2 de noviembre de 1976, día en que la apropiación de Papel Prensa intentó materializarse en un documento legítimo, Isidoro Graiver no tenía ningún vínculo comercial con el emporio familiar. Se había alejado hacía años. De manera que su firma no puede encontrarse en los documentos, no tenía poder. Su cuñada, sin embargo, sí los tenía, como administradora de la sucesión que le correspondía a su hija María Sol. Por eso todos los documentos llevan su firma, la de los padres de David y la de Rafael Ianover, quien denunció que firmó sin saber el contenido de los documentos y sin tener noción del precio.
¿Qué puede motivar a Isidoro a contradecir a su cuñada? ¿El hecho de que lo hubieran marginado de los negocios familiares; que no fuera heredero del emporio construido por David, una vez que murieran sus padres?, ¿que Lidia sí fuera la administradora del 50% en nombre de su hija? Sólo él puede saberlo.
Es evidente que Joaquín Morales Solá no buscaba conocer la verdad, si no le habría preguntado si el precio pagado por los tres diarios (Clarín, La Nación y La Razón) era equivalente al valor real de Papel Prensa, en qué condiciones se hizo esa transferencia accionaria, si los diarios lo habían humillado publicando notas periodísticas en las que los vinculaban con fraudes, pidiendo que la Junta Militar los investigara. Tampoco el columnista quiso saber cómo, si lo habían extorsionado y si era que necesitaban dinero, aceptó apenas 7200 dólares al momento de vender una parte del paquete accionario que ascendía al millón de dólares. Ni siquiera hoy alguien aceptaría semejante cosa, cobrar 7200 dólares por la venta de un bien valuado en millones. Morales Solá tampoco le preguntó por qué lo que dice ahora no es lo mismo que sostuvo en la entrevista con Tiempo Argentino.
Aun con un evidente relato estudiado, Isidoro Graiver no se atrevió a desmentir a Lidia Papaleo, quien aseguró en sede judicial que Magnetto la amenazó: “Firme o le costará su vida y la de su hija”. Ante la pregunta de Morales Solá, Isidoro respondió: “No puedo afirmar que no haya habido amenaza a mi cuñada”. Él sí dijo no haber recibido “ninguna amenaza de ningún tipo ni presiones a mi persona, a mi mujer (nada tuvo que ver en esta historia), ni a mis padres (no les podemos preguntar porque fallecieron)”. Sin embargo, ante el fiscal Ricardo Molinas (fojas 130-131) había reconocido que “en el mes de octubre de 1976, Miguel de Anchorena, abogado apoderado de la sucesión de David, se había puesto en contacto con su cuñada para informarle que había recibido información de Francisco Manrique (funcionario de Agustín Lanusse y mano derecha de Pedro Eugenio Aramburu) cuyo contenido era sintéticamente que el gobierno nacional vería con agrado la desaparición del conjunto empresario Graiver como tal, para lo cual sería necesario la venta de los paquetes accionarios del Banco Comercial de La Plata, del Banco de Hurlingham y del control accionario de Papel Prensa, estimando que los compradores lógicos de este último paquete eran los diarios La Nación, Clarín y La Razón”. Estos dichos d  oviembre de 1985, fueron ratificados por el propio Manrique (fojas 178-179), Papaleo (fojas 134-135) y Pedro Martínez Segovia (presidente de Papel Prensa, fojas 141-142).
Incluso, aunque Isidoro diga que Lidia recién ahora denuncia, también probará que sus dichos carecen de valor al leer no sólo el expediente Molinas, sino también el memorándum que el fiscal escribió el 18 de noviembre de 1978, reconociendo que “la esposa de Graiver ha denunciado ante la Justicia que fue presionada desde el Ministerio para transferir las acciones a vil precio, en beneficio de los que aparecen como adquirentes (Clarín, La Nación y La Razón)”.
Clarín y La Nación quieren convertir una historia de apropiación, tortura y despojo en una telenovela mal guionada. Evitan decir que cuando Lidia Papaleo firma, presionada, amenazada, en nombre de su hija, y junto con sus suegros, la venta no quedó firme porque debía autorizar el juez de la sucesión. Y nunca se consolidó, a pesar de los intentos constantes de los tres diarios y de los abogados de Lidia, que hacían presentaciones judiciales mientras ella era torturada, quemada en sus pechos, el abdomen y los genitales en un centro clandestino de detención. Que quede claro: la operación no estaba firme cuando Lidia e Isidoro eran torturados. Lo dicen los documentos, no hace falta que ellos lo confirmen. La investigación hecha por Tiempo Argentino, que ya lleva más de seis meses, que fue publicada en diez notas, de cuarenta páginas, está en manos de la justicia. A ellos, los fiscales Marcelo Molina, Carlos Dulau Dum y Sergio Franco, les toca determinar qué testimonio de Isidoro Graiver tiene valor, el que nos dio a nosotros, que encontró respaldo en varios documentos, o el del lunes, dicho ante el columnista que trabaja para los acusados.
“Las libertades son relativas”, explicó Isidoro obligándonos a preguntar, qué grado de libertad tuvo él mismo cuando llamó de noche a la casa del juez Arnaldo Corazza para decir que necesitaba declarar urgente, qué tan libre fue cuando se presentó a declarar espontáneamente ante los fiscales (tanto como lo hicieron los abogados de Magnetto y Mitre) horas antes de dejar el país, qué autonomía tuvo cuando se presentó ante un escribano porque a su sobrina María Sol se lo habían pedido desde Clarín y La Nación, y qué grado de independencia tuvo, el lunes pasado, frente a Joaquín Morales Solá para no responder lo que sabe, sino lo que necesitan sus victimarios.

1- “Convenio entre accionistas”, 18 de agosto de 1977: “en el primer ejercicio de la conducción de Papel Prensa, por parte de las tres empresas, la presidencia será ejercida por Sociedad Anónima La Nación, siendo su titular el Dr. Bartolomé Mitre (h); la Vicepresidencia Ejecutiva por Arte Gráfico Editorial Argentino SA, siendo su titular el Dr. Héctor Magnetto; y los tres puestos de Directorio restantes (…) los Sres. Patricio Peralta Ramos, Dr. Lauro Laiño y Dr. José Aranda”

PUBLICADO POR EL DIARIO TIEMPO ARGENTINO EL MIÉRCOLES 6 DE OCTUBRE DE 2010


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El documento definitivo que demuestra que Magnetto y Mitre se reunían con los represores para colaborar en los interrogatorios por Papel Prensa


Papel Prensa: la alianza entre los tres diarios y las tres armas

Después de reunirse con Magnetto y Mitre, Gallino interrogó a Lidia Papaleo

Publicado el 26 de Septiembre de 2010

Por Juan Alonso y Cynthia Ottaviano
La viuda de David Graiver fue secuestrada el 14 de marzo de 1977. La torturaron para sentarla frente a su interrogador el 11 de abril de 1977, en el Pozo de Banfield. Dos días antes, los directivos de los diarios habían hecho “sendos informes”.

No le dijeron nada. Sólo que se vistiera. Rápido. Con la ropa que le dieron. Era el 11 de abril de 1977. Lidia Papaleo de Graiver, de 33 años, estaba desnuda, hambrienta y dolorida por los golpes y torturas que había recibido. Debía cambiarse a las apuradas, como podía, con el dolor que la carcomía, por tener cada miembro dislocado cuatro veces; y los pechos, el abdomen y los genitales quemados. Al general de brigada Oscar Bartolomé Gallino no le importaba nada de eso. Por el contrario. Tenía que cumplir con su plan macabro. Había dado la orden para que la sacaran del calabozo y la sentaran frente a él. Iba a interrogarla.
El hombre que ostentaba el poder de mando en los centros clandestinos de detención había planificado ese interrogatorio desde por lo menos dos días atrás. Así lo detallan los documentos secretos que Tiempo Argentino reveló, en los que el represor dejó asentada la reunión con los directivos de Clarín, La Nación y La Razón, y la confección de los interrogatorios para ser efectuados el 11 de abril. Precisamente ese día en que Lidia tenía frío cuando la sacaron de su calabozo.
Gallino había sido preciso: “A las 8 horas y cuarenta minutos concurren a producir sendos informes el señor secretario de Industria, doctor (Raymundo) Podestá, los presidentes de los directorios de los diarios La Nación, Clarín y La Razón (…) En la misma fecha, a las veinte horas se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril.” La duda sobre quiénes eran los representantes de los diarios quedó despejada por una consulta al Boletín Oficial. Héctor Magnetto, Bartolomé Mitre y Patricio Peralta Ramos tenían ese cargo. Pero hasta hoy no se sabía a quién iba a interrogar Gallino el 11 de abril, ni sobre qué tema. Los documentos secretos que este diario da a conocer después de 33 años de ocultamiento lo aclaran: el represor quería interrogar a Lidia Papaleo sobre los bienes que se habían declarado en la sucesión por la muerte de su marido, quería tener la radiografía del emporio económico, los encuentros que había mantenido la mujer desde su llegada a la Argentina, y a nombre de quiénes estaban las acciones de Papel Prensa.
Las preguntas se sucedieron a lo largo de dos días. Gallino era impiadoso. Lo habían elegido Jorge Rafael Videla, Carlos Guillermo Suárez Mason y Ramón Camps, el temido jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, para que “investigara” a los Graiver. Entre los diplomas del general de brigada se destacaban la cacería de militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que habían intentado copar el cuartel de arsenales Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo; y su cargo de subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno, en la fábrica militar de Campo de Mayo.
La saga de documentos que registró la burocracia criminal empezó el 6 de abril de 1977, cuando el inquisidor dejó asentado el inicio de “su trabajo”: “Siendo las ocho horas, y de acuerdo con la orden del Jefe del Estado Mayor General del Ejército (Videla), efectúo mi presentación ante el señor Comandante del I Cuerpo de Ejército, General de División Carlos Guillermo Suárez Mason, a quien quedo subordinado ‘en comisión’, el que me imparte la orden verbal de instruir la prevención que determina el artículo 1° de la ley 21.460, a fin de investigar las vinculaciones que con la Organización Político Militar Montoneros pueda tener el llamado ‘Grupo Graiver’, orden que será ratificada por escrito. En consecuencia, y en este acto, inicio la sustanciación de la prevención.”
Antes de estampar su firma, presente en una veintena de fojas en varias causas archivadas por los distintos poderes del Estado, Gallino dejó constancia de las diferentes reuniones que mantuvo, a qué hora y con qué motivos. Ese mismo día 6 de abril de 1977, a las 15 horas, inició la secuencia. Recibió en su despacho “al señor ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, al señor Fiscal de Estado de la provincia de Buenos Aires; al señor presidente del Banco Provincia, quienes aportan contribuciones al tema de investigación.”
A las 18:30, recibió al torturador de Lidia Papaleo, Ramón Camps. Y según se remarca en un documento que lleva el sello de “secreto” impuesto por el “Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”, Suárez Mason lo visitó “a fin de interiorizarse de la situación”. La “situación” eran los Graiver, Lidia Papaleo y los empleados y amigos del grupo, humillados y torturados.
Gallino sentó uno a uno a los victimarios del grupo económico, a los militares y civiles asociados en el despojo de Papel Prensa.
El 7 de abril de 1977, a las 8 de la mañana “el oficial preventor” se presentó en “la Dirección de Seguridad de la Zona Metropolitana” para que las víctimas ratificaran, “ante mi presencia, sus declaraciones policiales”.
Vale aclarar que todos esos dichos fueron arrancados por Camps picana en mano. La maquinaria de la muerte y el saqueo estaban en marcha. Los Graiver serían despojados de sus derechos ciudadanos y económicos. ¿Cómo se lograría? Suárez Mason lo responde por escrito: Gallino debía instruir “la prevención sumarial en averiguación de las vinculaciones que con Montoneros puede mantener el denominado Grupo Graiver.”
Después de leer la ratificación por escrito de la orden de Suárez Mason, a las 16:30, y con las confirmaciones de los interrogatorios dadas por Lidia Papaleo, Juan e Isidoro Graiver, Silvia Fanjul y Lidia Gesualdi en la mano, Gallino se reunió con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. ¿El motivo? “La adquisición del paquete accionario del Grupo Fundador de Papel Prensa”.
Al día siguiente, el 8 de abril, Gallino vuelve a reunirse con Suárez Mason para recibir “las actuaciones que instruyó la Dirección General de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Camps) en averiguación de las actividades cumplidas por el Grupo Graiver en relación con Montoneros, que consta de 97 fojas útiles.”
Antes de firmar, Gallino deja constancia de que “me invoco al estudio de dichas actuaciones”.
El 9 de abril, a las 8:40 horas, se reúne nuevamente con la pata civil del plan. “Concurren a producir sendos informes, el secretario de Industria (Raymundo) Podestá, los presidentes de los directorios de los diarios La Nación, Clarín y La Razón, acompañados de sus letrados, que son adquirentes del paquete accionario del ‘Grupo Fundador’ de Papel Prensa, que representa el 26 por ciento del paquete accionario.”
En el memorando, agrega que “a las quince horas concurren el presidente y vicepresidente del Banco Central, y presidente del Banco de la Nación Argentina, para considerar la situación del Banco Comercial de La Plata y Banco Hurlingham (creados por David Graiver)”.
Es entonces cuando se detalla la prevención final: “se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril”. En ese interrogatorio determinado con días de anticipación, la viuda es obligada a contar cómo había conocido a su esposo y pormenores del matrimonio que ambos contrajeron en los Estados Unidos el 18 de diciembre de 1975. El acta de Gallino refleja sólo lo que previamente los torturadores le habían arrancado con la picana a Lidia Papaleo: los múltiples llamados anónimos que recibió en Acapulco para que se desprendiese de todos sus bienes y la conexión financiera entre David y los 17 millones de dólares de los Montoneros.
Gallino quería conocer la historia con precisión. Lidia le explicó que había vuelto al país, desde México, el 16 de septiembre de 1976. Que su marido había muerto al desplomarse un avión el 7 de agosto de 1976, en vuelo desde Nueva York hacia Acapulco. Que la familia Graiver decidió volver a Buenos Aires. Que apenas puso pie en la Argentina intentó en vano refugiarse en el departamento de su madre sobre la Avenida Alvear, en Recoleta, y que se había entrevistado con Alejandro Agustín Lanusse.
Lo que no quedó registrado durante el interrogatorio es que el 22 de septiembre, es decir apenas seis días después de llegar, Lidia le escribió una carta a Jorge Rafael Videla pidiéndole una audiencia para solucionar sus problemas: “Con el propósito de expresar la grave preocupación que invade mi ánimo, ante la campaña de infundios originados en fuentes extranjeras (…) con los cuales se intenta mezclar el nombre de mi recientemente fallecido esposo, David Graiver”.
Gallino pudo leer la carta tiempo después, ya que fue incorporada al expediente el 24 de octubre de 1977, es decir, casi un año más tarde de que Lidia la escribiera. “Siento como mi deber asumir la tarea de mantener limpia la memoria de mi esposo, así como también defender mi propia personalidad moral y la de nuestra pequeña hija. Solicito por medio de la presente audiencia, a fin de exponer en forma personal y para darle una apreciación real en que nos hallamos”, consigna el documento.
Videla nunca la atendió. La estrategia del dictador era otra. Poco después quedó en evidencia, cuando el 8 de marzo se puso en marcha el “Operativo Amigo”, con el secuestro de Juan Graiver, el padre de David, a quien consideraron “cabecilla”. Siguieron con Lidia Papaleo, Lidia Gesualdi y Silvia Fanjul el 14 de marzo; Eva Gitnacht de Graiver (la madre), Isidoro (el hermano), tres días después, y Jorge Rubinstein, el apoderado general de la familia. Finalmente, el 12 de abril también fue arrastrado por un grupo de tareas Rafael Ianover, vicepresidente de Papel Prensa.
Ese era el marco de terror del que fueron partícipes los tres diarios, Clarín, La Nación y La Razón. Esa es la “seguridad jurídica” que reinaba. El plan sistemático de apropiación de Papel Prensa había comenzado, en rigor de verdad, antes del golpe del 24 de marzo de 1976, tal como explicó Isidoro Graiver en la entrevista realizada el 11 de junio pasado con este diario. El origen del despojo es lo que ideó Martínez de Hoz, intelectual del golpe y enemigo declarado de los Graiver, quienes eran uno de los principales resortes de la Confederación General Económica (CGE), cuya creación había impulsado José Ber Gelbard, ex ministro de Juan Domingo Perón.
Gallino no quería escuchar nada de esto. Quería profundizar sobre el supuesto vínculo con Montoneros. Lidia, dolorida por la tortura, dio todos los detalles que pudo: “A fines de octubre o principios de noviembre de 1976, se apersonó a la deponente en sus oficinas de la calle Suipacha una persona que se identificó como el doctor Paz y cuya descripción la dicente ya ha realizado en sus declaraciones policiales y las que se ratifica y a las que se remite.” Las mismas que Camps y Etchecolatz le habían arrancado mediante tortura.
Recién a las 21:47 Gallino dijo basta. “El Señor Oficial Superior dispuso suspender este acto para continuarlo en la oportunidad que lo determine.” Ordenó que la volvieran a llevar a su celda. Lidia lo recuerda: “Hacía mucho frío. En la celda no se podía estar parada, porque el techo era bajo”. Estaba destrozada, aseguró en diálogo con este diario.
Cuando creyó que por ese día todo había terminado, oyó que la puerta de metal se abría. “De pronto me vienen a buscar –explica Lidia–, me abren la puerta. Una mujer estaba pariendo en el pasillo. Querían que fuera a ayudar. Pero no podía del dolor. Tenía los pechos, el abdomen y los genitales quemados. Escuché que la madre gritó el nombre y el apellido de la beba, creo que era Victoria, pero no me acuerdo bien.”
Después, Lidia oyó que seguía el protocolo de la apropiación: “Le dijeron a la madre que iban a lavar a la beba, que ya la traían, pero no la vimos nunca más. Ya en democracia, me llamó la hermana de la mujer que dio a luz y dije todo lo que recordaba. Esa mamá está desaparecida” (ver recuadro).
Como es de esperar, el interrogatorio de Gallino nada dice al respecto. Sólo da cuenta de que “en la ciudad de Banfield (es decir el Pozo de Banfield), a los doce días del mes de abril, siendo las 16:30 se reabre el acto con Lidia Elba Papaleo.” Para ser claros, el apriete.
Para Gallino la preocupación de la jornada era el expediente sucesorio y los bienes declarados en esa causa. Le preguntó a Lidia. El primer bien que mencionó como declarado la viuda fue Papel Prensa, después siguió con el Banco Comercial de La Plata, el Banco de Hurlingham y un departamento en la calle Darragueyra, de Capital Federal. Uno a uno, Gallino le pidió que desglosara nombres de empresas y personas, accionistas y empleados. Encuentros y acuerdos. Lidia contó que se había encontrado con Lanusse, Bernardo Neustadt, y Jacobo Timerman, por Papel Prensa y las acciones del diario La Opinión.
Cuando ya había pasado más de una hora de interrogatorio, Gallino disparó una pregunta amplia para que Lidia completara “la nómina de las personas que visitó a su regreso a la Argentina”. La mujer aprovechó para aclarar que había mantenido “frecuentes entrevistas” con Francisco Manrique, funcionario de Agustín Lanusse y mano derecha de Pedro Eugenio Aramburu en la llamada Revolución Libertadora de 1955. “Solía aconsejarla que tuviera cuidado, porque podría ser víctima de una extorsión por un millón de dólares; esto se lo dijo en los últimos meses y la deponente supone que estaba referido a Papel Prensa, con motivo de su venta.”
Gallino la escuchó. Siguió preguntando. Quería precisiones. “Qué empresas integran EGASA, contestó: Banco Comercial de La Plata, Papel Prensa SA, Electroerosión, Metropol, Vechea, cincuenta por ciento de las acciones del diario La Opinión, cuarenta por ciento de las acciones de Canal 2-La Plata, cincuenta por ciento del diario Última Hora, Fundar, Construir, distintos campos cuyos nombres desconoce”, continuó Lidia.
Estuvo horas completando la nómina. Gallino insistió sobre Papel Prensa: “preguntada quién forma parte de la sociedad de Papel Prensa, dijo: que hay acciones a nombre de David Graiver, Galería Da Vinci y el señor Ianover”.
Suficiente para Gallino: “en este estado, siendo las 18, el oficial superior, dispone dar por finalizado el acto, no teniendo la declarante nada más que agregar, quitar o enmendar, firma de conformidad la compareciente con el señor oficial superior Preventor”.
Ahora se sabe. Los interrogatorios que se prepararon para ser tomados el día 11 de abril, después de que Gallino se reuniera con Mitre, Magnetto y Peralta Ramos, eran para Lidia Papaleo, en el Pozo de Banfield, sobre el emporio económico del Grupo Graiver y Papel Prensa.
Quedó todo documentado.
Sólo resta que la justicia de la democracia se expida sobre este caso, que aún hoy surca la historia de los argentinos, como una  sombra de sangre.

Las reuniones de Gallino

El 6 de abril de 1977, el general de brigada se presentó ante Suárez Mason, quien le encargó investigar los vínculos de los Graiver con Montoneros.  Después, se reunió con Ramón Camps.

El 7 de abril, con las ratificaciones de las declaraciones hechas por todos los detenidos, se sentó con Héctor Magnetto (Clarín), Bartolomé Mitre (La Nación) y Patricio Peralta Ramos (La Razón).

El 8 de abril, volvió a reunirse con Suárez Mason para recibir las actuaciones hechas por
Camps.
El 9 de abril concretó una nueva reunión con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. Produjeron “sendos informes”. Armó los interrogatorios  “para el 11 de abril”.

El 11 de abril interrogó a Lidia Papaleo sobre el emporio económico Graiver y Papel Prensa.

Victoria, la hija de María Castellini, nacida en medio de los interrogatorios

Publicado el 26 de Septiembre de 2010

La hermana mayor de Victoria Petrakos, Clara, suele recordar que se crió con su abuelo y su tía en la zona de Merlo, en el Gran Buenos Aires. A los 18 años comenzó a preguntar qué le había sucedido a sus padres María Eloísa Castellini y Constantino Petrakos. Ambos militaban en el ERP, cuando el 11 de noviembre de 1976, siendo ella una beba, una patota llegó al jardín de infantes El Palomo, donde trabajaba María Eloísa, para llevarla secuestrada. Desde entonces está desaparecida, al igual que su Victoria, que nació en el Pozo de Banfield durante abril de 1977.
En una entrevista con Tiempo Argentino, Lidia Papaleo recordó que luego del primer interrogatorio a que la sometió Oscar Gallino –el 11 de abril de 1977– una mujer dio a luz una beba. “Tenía mucho coraje y gritaba su nombre”, recordó. Esa mujer era María Eloísa, y los represores querían que Lidia los ayudara en el parto, algo que no consiguió hacer: a causa de las fortísimas torturas, le era imposible moverse.
El 10 de abril cayó Domingo de Pascua y los torturadores no encontraban médico.
En el parto anterior, el 2 de abril, Isabela Valencia fue llevada personalmente por el médico Jorge Bergés para que la joven tuviese a su bebé. En ese caso, el calvario de Isabela comenzó en Quilmes y siguió más tarde en Banfield. La partera y la médica que le avisaron del parto a la familia de la víctima fueron secuestradas por la dictadura.
Por su parte, el mismo día en que se llevaron a María Eloísa, los Petrakos volvieron a ver el rostro de los represores. Querían detener al papá de Clara, Constantino, y para eso se quedaron toda la noche en la casita de Merlo, saqueándola, en presencia de la tía y el abuelo de Clara, que no pudieron hacer nada para liberar a María Eloísa –a quien vieron mal de salud y torturada–.
Hoy, Clara Petrakos busca datos para saber dónde y con quién está Victoria.
No pierde la esperanza de que al hacer circular su propia foto y la de sus padres, Victoria pueda reconocer el parecido y animarse a resolver su pasado para así reencontrarse con ella, después de tantos años de sufrimiento y memoria.

La “discrepancia” del ex fiscal Strassera

Publicado el 26 de Septiembre de 2010

El 6 de febrero de 1986, el juez federal Miguel Guillermo Pons “absolvió libremente a Lidia Elba Papaleo e Isidoro Graiver, del delito de asistencia económica de actividades subversivas, por el que fueron acusados”.
En ese acto, Pons ponía negro sobre blanco y reparaba la injusticia que había cometido la dictadura con los Graiver y Papaleo.
El 17 de abril de 1986,  el entonces fiscal de Cámara Julio César Strassera presentó un escrito de una carilla y media en que reflejaba su oposición a que Lidia e Isidoro recuperasen la libertad después de haber sido despojados, vejados y torturados por los genocidas y sus tribunales militares.
Strassera comenzó fundamentando su posición: “La sentencia absuelve libremente a Lidia Elba Papaleo e Isidoro Miguel Graiver por entender el señor juez que el hecho descripto en la acusación ha sido desincriminado por la ley 23.077 que derogó el artículo 225 del Código Penal. Al respecto debo decir –escribió Strassera– que discrepo con esa decisión judicial. En efecto en el escrito de acusación sostuve que ambos procesados, por las razones de hecho allí expuestas, habían puesto a disposición de la organización subversiva Montoneros aproximadamente la suma de 17 millones de dólares.”
En el párrafo final, tras sopesar los cambios de la ley penal en relación a la etapa dictatorial, Strassera dijo: “Propongo la revocación de la sentencia apelada y que se condene a Lidia Papaleo y a Isidro Graiver como autores del delito previsto y reprimido en el ar-
tículo 225 a la pena de cinco años de prisión, accesorias legales y costas.”
El 12 de septiembre de 1986, los camaristas Ricardo Gil Lavedra y León Arslanian resolvieron confirmar el fallo apelado por Strassera y dispusieron la absolución de Lidia Papaleo e Isidoro Graiver del delito de asistencia económica de actividades subversivas por el que fueron acusados.
De esa forma, se desmoronaba de a poco la complicidad del poder económico con los socios civiles de la dictadura, que desde los diarios hegemónicos edificaron la propaganda de la dictadura con la anuencia judicial.

PUBLICADO POR EL DIARIO TIEMPO ARGENTINO EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 2010

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El legajo secreto del inquisidor de la dictadura


La historia del interrogador de los Graiver que se reunía con Magnetto

Publicado el 11 de Septiembre de 2010

Por Franco Mizrahi

Oscar Gallino murió en 2007. En 1977, Videla lo designó “preventor” del Consejo de Guerra contra Lidia Papaleo. El 7 y 9 de abril de ese año recibió a los directores de los diarios. Para la justicia, ostentaba el poder de mando sobre los represores.
Fue uno de los jerarcas militares que ideó la estructura criminal que se instaló en la Argentina entre 1976 y 1983: “elaboró la Doctrina de Guerra a emplear”, aseguró la justicia. Ostentaba el poder de mando sobre los represores de los centros clandestinos de detención. Sus interrogatorios eran al fuego de la tortura y los vejámenes. Cuando Jorge Rafael Videla se lo pidió, aceptó el cargo de “preventor” en el caso Graiver. Con esas medallas, Oscar Bartolomé Gallino se puso al frente de los martirios y persecuciones que sufrieron los familiares y empleados del banquero David Graiver cuando fueron despojados de Papel Prensa, a manos de los diarios Clarín, La Nación y La Razón. Un general cuya historia comenzó a develar Tiempo Argentino el 5 de septiembre pasado y hoy se completa con la publicación de su legajo y su accionar.
El primer pedido de detención de Gallino, durante el primer semestre de 2008 (cuando ya estaba muerto), lo realizó la Unidad Fiscal Federal de La Plata, en el marco de la causa “Circuito Camps”. Requerimiento que reiteró el 7 de septiembre pasado. “No sólo tenía conocimiento de la existencia de los centros clandestinos de detención –aseguró el fiscal federal Sergio Franco sobre Gallino, hace dos años–, sino que concurría a ellos, ostentaba poder de mando sobre los represores de cada uno de esos lugares y procedía a interrogar a personas que habían sido vejadas y torturadas previamente. Por ello, en virtud del alto cargo jerárquico que ostentaba en el Ejército y el poder de hecho que realmente tenía, más la libertad con que desplegaba su accionar sobre personas secuestradas y torturadas, el imputado Gallino debe responder por las privaciones ilegales de la libertad, las torturas y las tentativas de homicidio” de 69 personas.
Con este hombre se reunieron los directores de los diarios Clarín, La Nación y La Razón el 7 y 9 de abril de 1977, para informarlo sobre el traspaso accionario de Papel Prensa y los vínculos económicos de la familia Graiver. Para elaborar “sendos informes” y, más tarde, “preparar los interrogatorios”.
Pero Gallino no podrá responder las preguntas de los fiscales ni los magistrados. El general de brigada murió el 14 de noviembre de 2007, meses antes de ser requerido por la justicia.
No obstante, a partir de los documentos que sobrevivieron a la dictadura, producto de la burocracia homicida, Tiempo reconstruyó la historia de torturas y negocios siniestros. Una historia que revela en su real magnitud la relación de los genocidas con los tres diarios.
Oscar Bartolomé Gallino se hizo cargo de la “investigación” sobre Papel Prensa el 6 de abril de 1977, cuando asumió como “preventor militar”, nombrado por el presidente de facto, Jorge Rafael Videla.
La Junta había decidido en la Casa Rosada que él era el elegido para continuar la tarea a base de picana y vejaciones que había comenzado el jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, Ramón Camps. Su tarea era recopilar la documentación probatoria que sirviera de estructura para condenar a los Graiver en el Consejo de Guerra Especial Estable Número 2, paso previo para que los imputados fueran procesados en la justicia penal y civil, para terminar de despojarlos de sus bienes sin obstáculos.
En ese marco, un día después de su asunción, el flamante  “preventor” recibió “a los Directores y Asesores letrados de los diarios La Nación, La Razón y Clarín, quienes concurren con motivo de la adquisición del paquete accionario del Grupo ‘Fundador’ de Papel Prensa”.  El encuentro se repitió el 9 de abril del mismo año. Ese día, a las 20 horas, Gallino ordenó “interrogatorios” para el día 11. Los imputados estaban desaparecidos en los centros de tortura en manos de la patota de Ramón Camps.
Para entonces, Gallino contaba con un legajo abultado y era un militar reconocido por sus pares.
Egresado del colegio militar en 1946, ingresó al Ejército como subteniente de artillería. Desde entonces, su ascenso hasta los olimpos de los genocidas fue fulminante.
Alumno sobresaliente y aplicado, en el ’69 se convirtió en coronel. Desde entonces, se cruzó con diferentes superiores que marcarían a fuego su trayectoria y la de los años venideros en el país. Entre los años ’72 y ’73 lo calificaron con las mejores notas Santiago Omar Riveros y Leopoldo Fortunato Galtieri, dos de sus superiores directos. A finales del ’74, otro militar que sellaría los trágicos destinos de la Argentina le dio el visto bueno para avanzar un escalafón más en su carrera: “Se encuentra en condiciones para ascenso”, firmó el entonces general de brigada Jorge Rafael Videla. Al año siguiente ascendió a general de brigada con el padrinazgo de Roberto Eduardo Viola.
Ese año fue crucial para su futuro. Pero fundamentalmente para la suerte de miles de argentinos. Por entonces, Gallino viajó a España –según consta en su legajo– con motivo de la “comisión por las exequias del Gral. (Francisco) Franco”. Sin embargo, su ficha personal nada mencionó sobre su rol como ideólogo de “La Doctrina de Guerra”, que se ejecutó desde fines de 1975 hasta 1983 y dejó como saldo 30 mil argentinos desaparecidos.
Según se desprende a fojas 2525 de la causa 1/SE, el entonces inspector de la Policía Federal Argentina, Rodolfo Peregrino Fernández declaró ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos “sobre la estructura de la represión ilegítima en la Argentina.” En su testimonio sostuvo que Gallino fue uno de los generales que elaboró “la Guerra a emplear contra la subversión”.
Así lo detalló en su libro Autocrítica Policial Fernández: “En las fechas anteriores al golpe militar, el alto mando del Ejército – es decir, los generales de división y aquellos generales que ocupaban cargos correspondientes a esa jerarquía, tal como el teniente general Jorge Rafael Videla, Comandante en jefe del Arma; general Roberto E. Viola, Jefe de Estado Mayor; los Comandantes del I Cuerpo, general Carlos G. Suárez Mason; del II Cuerpo, general Luciano Jáuregui; del II Cuerpo, General Luciano B. Menéndez; el del V Cuerpo, cuyo nombre no recuerda, el general Diego Urricarriet y el General Bartolomé Gallino, director y subdirector, respectivamente, de Fabricaciones Militares, y el director de Institutos Militares, general Santiago Omar Riveros, elaboran la Doctrina de Guerra a emplear, proceso que se realiza en los últimos meses del año 1975.”
Eran pares y viejos conocidos. La mayor parte de los ideólogos del plan criminal conocía a Gallino desde finales de la década de 1960. Entre febrero y abril del ’76 lo premiaron con el cargo de subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno (en la fábrica militar de tolueno sintético), en la zona de Campo de Mayo. Un año más tarde, tomó la posta de Camps en el caso Graiver y cambió de centrro clandestino de exterminio. Desde entonces pasó la mayor parte de sus días en los campos de exterminio Puesto Vasco, en Quilmes, y el Pozo de Banfield.
Las diferentes víctimas del caso lo señalaron como el “preventor militar” que los interrogó en cautiverio. Silvia Fanjul, empleada del Grupo Graiver, secuestrada el 14 de marzo de 1977, dijo que la “chuparon” porque estaban buscando a Lidia e Isidoro Graiver: “El 5 de abril nos trasladaron vendados en el piso de una camioneta al Área Metropolitana de Banfield –relató Fanjul ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el 14 de agosto de 1984–. A los días nos notificaron que pasábamos a depender del Preventor Militar, Coronel Gallino.”
En términos similares se expresaron Isidoro  y Juan Graiver, entre otros testigos.
El comisario Ricardo David Ressia, ex titular de la seccional segunda de Banfield, afirmó que Gallino “concurría a aquella dependencia a diario a labrar actuaciones acompañado de personal militar”.  Y el sobreviviente Omar Amílcar Espósito lo recordó así: “Me consta por dichos de otros detenidos que en el mismo caso que los generales Camps y Gallino concurrían a esta ‘cueva’ hoy conocida como Puesto Vasco para realizar interrogatorios.”
Ante estas circunstancias, el fiscal del caso sostuvo que en su carácter de preventor, Gallino no cumplió con ninguna de las obligaciones legales que le correspondían.
Con ese hombre se reunían  Héctor Horacio Magnetto, Bartolomé Luis Mitre y Patricio Peralta Ramos. Pero nada de esto quedó registrado en la prosa burocrática de su legajo. El interrogador de los Graiver tiene especificado un viaje a la República Federal de Alemania el 11 de marzo, durante 12 días, designado en comisión temporaria; y otro a Francia el 6 de junio del mismo año, por otros 14 días. En ese lapso, según revelaron los testigos y los documentos a los que accedió este diario, Gallino se dedicó exclusivamente al caso Graiver.
De acuerdo con el requirimiento fiscal, el 7 de abril, Gallino logró que ratificaran sus declaraciones todos los secuestrados del caso Graiver: (Dante) Marra, (Julio) Daich, (Silvia) Fanjul, (Lidia) Gesualdi, Lidia Papaleo, (Flora) Dybner de Ravel, (Jorge) Rodríguez, (Martín) Aberg Cobo, (Gustavo) Caraballo, (Ernesto)  De Estrada y Juan e Isidoro Graiver. Fue el mismo día en que recibió en su despacho a Magnetto, Mitre y Peralta Ramos para producir los “sendos informes” sobre Papel Prensa ya mencionados.
Para tener una dimensión cabal de cómo funcionó el Consejo de Guerra para el cual Gallino recopiló la información de los secuestrados a base de torturas, se cita a la fiscalía que investigó el caso: en el Consejo de Guerra “las preguntas de un ignoto Coronel, rememora(n) las prácticas de la Santa Inquisición Medieval”.
Aquí aparece otro protagonista de esta historia: el teniente coronel Fernando Edgard Vivanco, secretario del Consejo de Guerra. Vivanco, con motivo de un reclamo a sus superiores en 1979, reveló cómo funcionaba el proceso para incriminar a los Graiver (ver recuadro).
“En julio de 1977 –dice el “reclamo” de ascenso de Vivanco que fue, a su pesar, edecán de Isabel Martínez de Perón– fui nombrado Secretario del Consejo de Guerra Especial Estable Número 2, creado para juzgar los hechos de connotación subversiva atribuidos al llamado ‘Grupo Graiver’ (…) El suscripto desarrolló en la pesona de dos de los implicados en el ‘caso Graiver’ un conveniente accionar psicológico, para que estos convalidaran con la verdad sus declaraciones. Es decir, reconocer por escrito a uno de los integrantes de la banda de delincuentes subversivos ‘montoneros’. Dichas declaraciones se transformaron en el elemento principal de prueba, estableciendo concretamente el vínculo que unía a los implicados con el caso, con la banda de delincuentes subversivos”, se jactó Vivanco en su pedido de ascenso.
Una de sus víctimas, lo recordó en detalle: “Fui torturada física y moralmente, se  me juzgó y se me condenó por un Consejo de Guerra –relató Fanjul el año 1984 y lo ratificó dos décadas después–. Por lo que ellos entendían, era mi obligación (…) denunciar, no tenía ningún tipo de vinculación política, era sólo una nueva empleada ajena a las vinculaciones políticas de mis patrones y/o intenciones de los manejos financieros de los mismos. Hoy siento la obligación de denunciar a los que tomaron la justicia por su cuenta, usando métodos ilegales.”
Los propios detenidos debían elegir a un militar, marino o comodoro, como defensor ante el Consejo. Fanjul relató que lo hizo a dedo, de entre una larga lista, ya que no conocía a ninguno. Luego la trasladaron a una cárcel común en Devoto. El mismo itinerario que el resto de los secuestrados. Era el proceso final del “blanqueo” de las detenciones. Y del saqueo.
Con los Graiver ya en la cárcel, Gallino pidió el pase a retiro en 1980 y dejó el Ejército en 1981. El 29 de marzo del mismo año la dictadura premió su trayectoría: lo nombraron gobernador de facto de la provincia de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta el 14 de enero de 1982. En ese entonces, fue entrevistado por el periodista José Ignacio López, biógrafo de Héctor Magnetto y actual vocero del diario La Nación.
Murió el 14 de noviembre de 2007. A pesar de todas las imputaciones en su contra, jamás declaró en un tribunal de la democracia. Después de 27 años, por fin se conoce su verdadera historia.

Búsqueda en archivos:
Manuel Alfieri.

Publicado por Tiempo Argentino el sábado 11 de septiembre de 2010

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El CEO de Clarín se reunía con los torturadores de los Graiver


Papel Prensa: la alianza entre los tres diarios y las tres armas

Las pruebas que vinculan a Magnetto con el interrogador de los Graiver

Publicado el 5 de Septiembre de 2010

Por Cynthia Ottaviano y Juan Alonso

Tiempo Argentino accedió a expedientes secretos del Ejército: la burocracia criminal dejó expuesta la trama del despojo a Lidia Papaleo. Basada sobre las conversaciones con los directores de Clarín, La Nación y La Razón, la dictadura diseñaba “los interrogatorios” a los detenidos en los campos de exterminio. Todos los documentos.

Ya nada será igual, nada, después de la publicación de estos documentos secretos a los que Tiempo Argentino accedió de manera exclusiva. Se trata del epílogo a una intensa labor de este colectivo de trabajo periodístico que durante seis meses investigó el robo a los Graiver de Papel Prensa por parte de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, en alianza con la dictadura de Videla y Martínez de Hoz. Ya no quedan dudas sobre el despojo accionario. Tampoco, sobre quiénes son las víctimas y quiénes los beneficiarios en esta dolorosa historia. Pero había, sin embargo, interrogantes sobre el nivel de participación de los accionistas de los tres diarios en los crímenes de lesa humanidad que hoy investiga la justicia. Faltaba algo que uniera al implacable torturador de Lidia Papaleo de Graiver en Puesto Vasco con los impolutos ejecutivos que en la City porteña decidían silenciar las atrocidades del genocidio que se devoró a una generación de argentinos. Faltaba, es cierto.
Hasta hoy.
Los cuatro documentos clave que se publican en estas páginas fueron producidos el 7 de abril de 1977, a las 10:30 y a las 16:30; y el 9 de abril del mismo año, a las 8:40 y a las 20. Habría que remontarse al instante preciso en que un represor, oficial del Ejército Argentino, encabezaba un sumario con la leyenda “Diligencia dejando constancia”, mientras los aullidos de las víctimas flotaban en el espeso aire de un país hundido en la tragedia. Es importante situarse en la época. El terrorismo de Estado ya había desaparecido a 15 mil personas, mandado a prisión a otras 10 mil y asesinado a otras 4 mil, en apenas un año. [1] La justicia había respondido en forma negativa a más de 7 mil habeas corpus. La Junta Militar –la del golpe de 1976, la de Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti– también había declarado caducos los mandatos de la presidenta constitucional de la Nación (Isabel Martínez de Perón), de los gobernadores y vicegobernadores de las provincias; disuelto el Congreso Nacional, las legislaturas provinciales, la Sala de Representantes de Buenos Aires y los consejos municipales de provincias; removido la Corte Suprema, suspendido la discusión política y los partidos políticos, y prohibida las actividades gremiales, profesionales y estudiantiles. [2]
Para entonces, los primeros 25 cuerpos mutilados de opositores a la dictadura ya habían aparecido en las costas uruguayas, dejando la huella inicial sobre los “vuelos de la muerte”, en que a los detenidos se los arrojaba vivos al Río de la Plata desde aviones militares. También se había descubierto un cementerio lacustre en el Lago San Roque de Córdoba. Nada de eso, sin embargo, informaban Clarín, La Nación y La Razón, los diarios oficialistas del terror. Tenían sus razones. No eran, como se quieren presentar ahora, los custodios de la libertad de expresión: eran socios de los verdugos.
Junto a Videla, habían puesto en marcha la primera y única fábrica de papel para diarios de todo el país, la más importante productora de pasta de celulosa de Sudamérica. La que le habían robado, por medio de presiones y humillaciones, a los Graiver. [3] La maniobra quedó registrada en documentos secretos. La burocracia criminal era eficiente.
El primer documento que publica Tiempo Argentino, del 7 de abril de 1977, lleva la firma del “oficial Superior Preventor Oscar Gallino”. El militar estaba a cargo de la “investigación”: un eufemismo para referirse a la sucesión de tormentos que se le practicó a toda la familia Graiver en el circuito Camps. El acta que refrenda revela que, mientras Lidia Papaleo era torturada, Gallino recibía “a los Directores y Asesores letrados de los diarios La Nación, La Razón y Clarín, quienes concurren con motivo de la adquisición del paquete accionario del Grupo ‘Fundador’ de Papel Prensa”.
Gallino era general de brigada. Un represor salvaje. Desde febrero hasta abril de 1976, había desempeñado el cargo de subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno (en la fábrica militar de tolueno sintético) de la zona 4 (Campo de Mayo). Entre sus medallas de combate, se contaba la cacería de los militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que habían intentado copar el Batallón 601 Domingo Viejo Bueno, en Monte Chingolo.
Antes de que Ramón Camps diseñara bajo las órdenes de Videla, el  “Operativo Amigo” –complemento del despojo accionario de Papel Prensa–, que culminó con toda la familia Graiver en la mesa de torturas, mantuvo una reunión en la Casa Rosada con el máximo dictador, los jefes del Estado Mayor, el director de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), el ministro del Interior y el jefe de la Policía Federal. (Los detalles de la designación de Gallino quedaron impresos en la página 18 y 19 del libro de Camps, El poder en las sombras, publicado por RO. CA, en 1983.)
En ese cónclave de la cúpula del aparato represivo que azotó al país hasta 1983, se decidió –con la anuencia de Videla– que Gallino reunía los requisitos necesarios para convertirse en el “oficial instructor”, es decir, en el interrogador del caso Graiver.
Vale aclarar que los interrogatorios, en aquel tiempo, se hacían a punta de picana. No había abogados defensores, sólo electricidad que recorría el cuerpo de  personas indefensas. La defensa de la familia secuestrada en los campos de exterminio quedó a cargo de un teniente coronel, puesto a dedo por el propio Gallino.
Con ese tan eficaz como implacable jefe de torturadores se reu-nían, según los documentos que se reproducen por primera vez, “los directores de Clarín, La Nación y La Razón”. Dicho así, con la frialdad del papel sumarial, también se oculta algo. ¿Quiénes integraban el directorio de esos diarios para la fecha en que la que los represores vejaban sexualmente a Lidia Papaleo de Graiver? Tiempo Argentino fue a buscar la respuesta al Boletín Oficial. Allí, para la Historia, quedaron registrados los nombres de los que participaban en las amigables tertulias con Gallino: Héctor Horacio Magnetto, Bartolomé Luis Mitre y Patricio Peralta Ramos. [4]
En el otro documento, el del 9 de abril de 1977, es decir, producido dos días después de la reunión antes mencionada, Gallino volvió a dejar asentado que se reunió con “el secretario de Industria, Raymundo Podestá, los presidentes de los directorios de La Nación, Clarín y La Razón, que son los adquirentes del paquete accionario del ‘Grupo Fundador’ de Papel Prensa, que representa el 26 por ciento del total del paquete accionario”.  ¿Cuál era el objeto de esas reuniones? Gallino lo dice: “Producir sendos informes.” ¿Para qué servían esos “sendos informes”? También Gallino responde a eso. Da escalofríos reproducir su respuesta: “Se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril de 1977.” Lo dice el represor, el oficial preventor, el jefe de los torturadores de Puesto Vasco. Magnetto, Mitre y Peralta Ramos se reunían con el represor para “producir sendos informes” sobre Papel Prensa y luego, el militar Gallino elaboraba las preguntas que debían soportar los Graiver en los camastros de tortura.
Otro documento secreto del Ejército Argentino revela cómo Gallino interrogaba a Isidoro Graiver. Le interesaba conocer los detalles del vínculo con su cuñada Lidia Papaleo, la minuta de las transacciones comerciales y, principalmente, obtener la información que necesitaran para destrozar a su grupo económico. Lo mismo ocurrió con Eva Gitnach de Graiver, la mamá de David, a quien sentaron frente al Consejo de Guerra para interrogarla: “¿Participó en la venta de acciones de Papel Prensa?” “Sí”, contestó. “La llevaron a firmar la venta, pero no participó en las reuniones previas en que se decidió dicha venta.
–Preguntado: ¿Actuó en el movimiento pro liberación de Cuba?
–Contestó: No sabe qué es.” [5]
¿Cómo era el proceso? Todo quedó por escrito. Gallino se reu-nía con Mitre, Magnetto y Peralta Ramos. Con ellos armaban las preguntas. El Consejo de Guerra Especial Estable número 2, del Comando Zona 1 (a cargo del I Cuerpo de Ejército, con asiento en Palermo, y jurisdicción sobre casi toda la Ciudad de Buenos Aires, la provincia de Buenos Aires y La Pampa), les “tomaba declaraciones” a los prevenidos, es decir, interrogaba a los secuestrados (los Graiver y sus empleados). Se realizaba una “prevención sumarial”, es decir, un expediente, como resultado del interrogatorio tomado por “el Oficial Superior Preventor” (sí, Gallino). Y ese material, mientras quedaba registrado en el expediente del Ejército Argentino, también era remitido al juzgado que llevara adelante la causa, para blanquearlo –cuando la ocasión se presentara– ante el fuero judicial. En el caso de los Graiver, el operativo de “legalización” lo hizo el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Número 6, a cargo de Hugo Molteni (Secretaría Número 11, Ana Benaventano). [6] Así de ilegal, así de perverso.
La maquinaria asesina se entrelazaba con la económica. Además de controlar el movimiento, la información y hasta a los vendedores de Papel Prensa, a quienes tenían secuestrados, Gallino tuvo tiempo de abrir una cuenta en el banco para depositar los millones del botín de guerra. No sólo torturaban: además se quedaban con la plata de las víctimas.
Así quedó establecido en una carta que el propio Gallino le envió al entonces presidente del Banco Central de la República Argentina. “Una investigación de carácter reservado, que por orden de las autoridades superiores del Ejército, se encuentra a mi cargo”, [7] empezó explicando. Se refería a la causa Graiver. Y por ese motivo, aseguraba, necesitaba la apertura de una cuenta a su nombre, en la que se depositaran los cheques y se aceptaran los títulos y bonos. Fue el 13 de abril de 1977. Pretendía que los “resultantes de amortización y rentas sean depositados en la cuenta”.
Hasta ese momento, los Graiver estaban desaparecidos. Por eso, Gallino no podía explicar cuál era la investigación a su cargo. Sabía que, en poco tiempo más, la Junta ordenaría los papeles y haría coincidir las fechas y los pedidos con sus delitos.
Por eso, para terminar la carta, Gallino advierte que “una vez promulgada la Ley correspondiente a la investigación señalada se incluirá en la cuenta el número de la misma”. Primero se ejecutaba, y después se hacía encajar una ley a medida del despojo. ¿Esta es la “seguridad jurídica” que esgrimen los diarios oficialistas del terror?
El general de brigada Gallino se depositó $ 2.130.000 en efectivo y, en cheques (entre ellos del Banco Comercial de La Plata), $ 1.042.356,26; un total de $ 3.173.356, 26. Y hay más: les arrebató a los Graiver más dinero en efectivo, por U$S 21.071, 37; títulos y acciones en diferentes empresas. Para el ’77, una hectárea en la región de La Pampa Húmeda –la zona más rica del planeta en materia de ganadería y agricultura– valía en promedio U$S 3300.
Al día siguiente, el acta secreta de la Junta Militar en el “Item 1, Papel Prensa SA”, devela la estrategia final de la dictadura y los tres diarios: “Evitar que la suma correspondiente a las acciones ingrese al Grupo Graiver o a su sucesión.” [8]
El 12 de abril secuestraron a Rafael Ianover, el último eslabón del grupo. Ya toda la familia estaba en el limbo de las desapariciones y el entramado empresario desarticulado. La Junta Militar sabía que tenía que evitar que el dinero producto de la venta terminara siendo administrado por el juez de la sucesión, abierta tras la misteriosa muerte de David Graiver. ¿Cómo podían lograr que la justicia no interviniera? Determinando un poder superior al judicial: el del secuestro y la interdicción (privación de un derecho civil). Así lo hicieron el 19 de abril. La Junta Militar reconoció, finalmente, tener detenidos a los Graiver y su entorno. Se les aplicó el artículo 2 del acta del 18 de junio de 1976, incisos “a”, “d” y “e”: perdían la ciudadanía y se les prohibía “administrar y disponer de sus bienes, hasta tanto justifiquen la legitimidad de la adquisición de los mismos”. La CO.NA.RE.PA, Comisión Nacional de Responsabilidad Patrimonial, lo haría en su lugar. El delirio del régimen llegó al paroxismo ese día, cuando la imputación fue realizada a dos personas ya fallecidas: David (cabeza del grupo) y Jorge Rubinstein (su mano derecha).
Todo esto parece surrealista. Inexplicable. Pero así ocurrió. La contundencia de los documentos elaborados por la burocracia asesina es inapelable. Se sabía que los represores no tuvieron límites y llegaron a los más bajo de la condición humana.
Pero no descendieron a esos infiernos en soledad.
Acá están las pruebas.

PUBLICADO EN EL DIARIO TIEMPO ARGENTINO,  EL DOMINGO 5 DE SEPTIEMBRE DE 2010

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