Papel Prensa: la justicia aceptó como querellante a Lidia Papaleo


Por Juan Alonso

Todo llega.
Luego de tres años desde que el Estado Nacional denunció penalmente a los dueños y directivos de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, la Junta Militar y sus instigadores civiles, por la apropiación ilegal de empresa Papel Prensa el 2 de noviembre de 1976, configurando el delito imprescriptible de lesa humanidad, hacia el final del jueves 6 de junio –el mismo día que este diario publicó en exclusiva una entrevista a Lidia Papaleo– el juez federal Julián Ercolini aceptó como parte querellante a la viuda de David Graiver. Lidia fue secuestrada por un grupo de tareas del Ejército el 14 de marzo de 1977, y padeció cárcel y torturas durante seis años en manos de Ramón Camps y su troupe de nazis de la picana. Además de no recibir un solo peso de la primera cuota irrisoria de 7000 dólares por el traspaso que tuvo que firmar, según declaró, «presionada» en las oficinas de La Nación, bajo amenaza de muerte por parte de Héctor Magnetto, que le soltó: «Firme o le costará la vida de su hija y la suya.»
La Argentina es tan generosa que este empresario actúa como ejecutor de los intereses de las corporaciones. Él y Bartolomé Mitre fueron socios de la dictadura genocida y hoy pretenden representar desde sus páginas al «periodismo independiente». Acorralados, montan campañas de desgaste y desprestigio contra la democracia a través de sus programas de bricolaje. Fueron y son oficialistas del terror. Y no habrá forma de que se quiten la sangre con la que amasaron fortunas con Papel Prensa.
En Tiempo Argentino no publicamos cotillón. Damos testimonio y nos basamos en documentos considerados por la justicia.
En su escrito, Ercolini pone el acento en las notas que el autor de esta crónica realizó junto a Cynthia Ottaviano el 6 y el 26 de septiembre de 2010. Más precisamente en los artículos sobre las reuniones del general de brigada Bartolomé Gallino, con los directivos de los tres diarios en momentos en que Lidia Papaleo era brutalmente torturada en Puesto Vasco. Golpes y vejaciones que le produjeron un tumor cerebral.
Los cuatro documentos clave del Ejército que se publicaron en estas páginas fueron producidos el 7 de abril de 1977, a las 10:30 y a las 16:30; y el 9 de abril del mismo año, a las 8:40 y a las 20. El 7 de abril de 1977, con la firma del «oficial superior preventor Oscar Gallino». El militar estaba a cargo de la «investigación»: un eufemismo para referirse a la sucesión de tormentos que se le practicó a toda la familia Graiver. El acta refrenda que Gallino recibió «a los Directores y Asesores letrados de los diarios La Nación, La Razón y Clarín, quienes concurren con motivo de la adquisición del paquete accionario del Grupo ‘Fundador’ de Papel Prensa».
El hombre con quien Magnetto y Mitre bebieron café, Gallino, fue subdirector del centro clandestino de detención El Tolueno de la zona 4 de Campo de Mayo. Entre sus galardones de dudoso honor, se contaba la ejecución de los militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que habían intentado copar el Batallón 601 Domingo Viejo Bueno, en Monte Chingolo.
En otro documento del 9 de abril de 1977, dos días después de la reunión antes mencionada, Gallino volvió a dejar asentado que recibió a «el secretario de Industria, Raymundo Podestá, los presidentes de los directorios de La Nación, Clarín y La Razón, que son los adquirentes del paquete accionario del ‘Grupo Fundador’ de Papel Prensa, que representa el 26 por ciento del total del paquete accionario».

Y tal como se dejó escrito en la burocracia de aquel Ejército criminal, el motivo de las reuniones con Magnetto, Mitre y Peralta Ramos era «producir sendos informes» para después ordenar: «Se preparan los interrogatorios a tomar el once de abril de 1977.»
Es decir: Gallino se «informaba» a través de estos recientes adherentes al republicanismo que apoyaron todos los golpes de Estado desde 1955 hasta aquí y luego «interrogaba» a los Graiver y a Lidia Papaleo, por entonces detenida-desaparecida.
Así de claro.
Valorando el complejo expediente, el juez Ercolini citó a Lidia Papaleo (una vez más) para el próximo jueves 13 de junio y la instó a «unificar la personería», o sea la querella, con Rafael Ianover, ex mano derecha de «Dudi» Graiver y ex integrante del directorio de Papel Prensa, que fuera secuestrado el 12 de abril de 1977. El 28 de agosto de 2010 entrevistamos a Ianover y esa nota también forma parte del aporte documental que este diario aportó a la causa.
El juez tiene elementos suficientes para llamar a indagatoria a Magnetto, Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre.
¿Lo hará?

LOS ARGUMENTOS DEL FISCAL. En su resolución de siete carillas, el fiscal Carlos Stornelli realizó un análisis pormenorizado de la documentación de la causa. Si bien hacia el final de su escrito pide excusarse por su relación personal de «más de 30 años» con el ex ministro del Interior de la dictadura, Llamil Reston, familiar de su mujer –quien no está imputado en el expediente que investiga la apropiación de Papel Prensa–, aclara: «Más allá de las imputaciones concretas que en autos se han delineado a través de las distintas presentaciones formuladas por la Secretaría de Derechos Humanos en su rol de parte querellante, son numerosas las referencias que constan en autos respecto de un especial interés del gobierno de entonces, manifestado en sus más altas cúpulas, en que así los hechos se sucedieran. Es decir, a juzgar de numerosos testimonios reunidos hasta el momento y las propias afirmaciones de la parte querellante, más allá de las voluntades particulares de quienes integraban el gobierno de facto y de quienes pudieran resultar imputados en esta causa, puede deducirse que esto se trataba de una cuestión de particular interés para la Junta de Gobierno entonces conformada.»
En un párrafo anterior, Stornelli sopesó lo que cree sucederá: «(…) del detenido análisis del plexo probatorio hasta el momento reunido, no puede soslayarse que con el devenir de la instrucción y especialmente de las resultas de las diligencias propuestas por esta parte, pueden sobrevenir en el proceso razones que aconsejarían la excusación del suscripto».
¿A qué se refiere concretamente el fiscal?
Es que ciertos amigos de Reston, su compañero de asados domingueros, podrían resultar procesados en el expediente, y él, Stornelli, prefiere proponer medidas de prueba antes que acusarlos directamente como funcionario que está en ese lugar para representar los intereses del Estado en nombre de todos los argentinos. Es un argumento entendible, claro. Razonable viniendo de una justicia que le esquiva la jeringa a los poderes fácticos que se llevaron puesto a Roberto Marquevich, en 2004, luego de haber encarcelado a Ernestina Herrera de Noble por el presunto trámite irregular en la adopción de sus hijos y herederos adoptivos Felipe y Marcela Noble Herrera.
Al margen de estas diligencias propias de la conciencia humana, el representante del Ministerio Público también puso en valor la nota que publicó este diario con la firma de Cynthia Ottaviano el pasado 12 de junio de 2010 sobre «los documentos desclasificados de los EE UU sobre Papel Prensa», hasta entonces, «archivos secretos e inéditos».
Todo ese material ya fue aportado por este medio al expediente. Al igual que la entrevista que le realizamos a Isidoro Graiver, otra víctima de la dictadura genocida, que nos dijo que el traspaso de las acciones a favor de Clarín, La Nación y La Razón había sido «a todas luces un afano, un afano».

Por medio de Isidoro fuimos a buscar los archivos en donde se ve cómo los tres diarios presionaron a los Graiver desde sus tapas con campañas de acoso, antes de la firma del traspaso a fines de 1976. En eso no han cambiado.
Por esos caminos de la conciencia terrenal, Isidoro se plegó a los intereses de Magnetto y estaría viviendo en Londres con sus hijos. En el medio hubo, dicen los que lo conocen, más de 2 millones y medio de razones que lo llevaron a tomar semejante decisión extrasensorial. Y es que a veces, la conciencia de los hombres toma senderos insospechados.
Pese a quien le pese, la verdad triunfará. Por aquello de: «Justicia, justicia perseguirás.» «

Para stornelli no existió la dictadura

Puede parecer raro, pero 30 años después del período más oscuro de la historia nacional, para el fiscal Carlos Stornelli no existió la dictadura militar.
Stornelli se excusó de continuar como fiscal de la causa que investiga la apropiación por parte de Clarín y La Nación de las acciones de Papel Prensa por la relación que mantiene con el último ministro del Interior de la dictadura, Llamil Reston, que es familiar de su mujer.
En la argumentación con la que defiende esa decisión, Stornelli sostiene que Reston fue «funcionario militar en el marco del gobierno de ese entonces». El «gobierno de ese entonces» fue la más sangrienta dictadura cívico-militar de que tenga memoria la historia argentina, responsable de la desaparición de 30 mil ciudadanos y ejecutora de un Plan Sistemático para el robo de bebés.
En otro párrafo, el fiscal se refiere a la dictadura como gobierno de facto, pero en su extenso escrito nunca la llama por su nombre: «dictadura».

(Nota publicada en el diario Tiempo Argentino el domingo 9 de junio de 2013)

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Reportaje a Lidia Papaleo: «Quiero que Papel Prensa esté en manos de los argentinos»


Por Juan Alonso

Cae la tarde en la calle Montevideo. Lidia Papaleo lleva un abrigo largo y botas. Me toma del brazo. Pasamos a metros de la casa del hombre más poderoso de la Argentina, Héctor Horacio Magnetto. Protagonista del despojo de Papel Prensa, socio de Videla y Massera y ahora erigido referente empresarial del «periodismo independiente». Representante mediático de los dueños del trigo y mentor ideológico del golpe por desgaste que pretende jaquear a la democracia nuestra. Pese a las pruebas en su contra, ningún juez lo llama a testimoniar, por ahora (ver aparte). Le temen al «señor Magnetto», diría el Duhalde servil.
Los testimonios se dan o se ocultan. Por eso esta nota, a tres años de la investigación que realizamos en Tiempo Argentino y que, con orgullo, forma parte del expediente judicial. Algún día, Ernestina Herrera de Noble y Bartolomé Mitre deberán explicar aquel brindis con Videla en la planta de San Pedro y el pacto con los genocidas para apropiarse de una empresa y edificar un monopolio en base a la sangre derramada de los argentinos.
Ahora Lidia parece frágil bajo la lluvia. Dice que su motor es el amor. La construcción amorosa que alguna vez formó con David Graiver. Se aferra a su memoria y marcha como puede. Con cada uno de sus huesos. Con todo lo que es.
Una joven modelo de cabello castaño y ojos grises posa para una sesión de fotos en la plazoleta que parece parisina. La lluvia nos rodea con su serpentina de agua nieve. Brillan los gotones y se expanden en círculos.
Es el paso del tiempo que vuela como un ave derrapada.
El alma de las cosas.
En los ojos transparentes de Lidia veo a una mujer que ha sufrido mucho. Demasiado. Pocas personas resistieron las vejaciones y torturas de los centros de exterminio de Ramón Camps. Estuvo desaparecida y luego presa seis largos años. Cuando los representantes de Clarín y La Nación ayudaban a elaborar «interrogatorios» con el inquisidor de los Graiver designado por el finado Videla –el general Oscar Gallino, en 1977–, Lidia era torturada por una patota de nazis.
A esos nazis nadie los denunciaba desde los editoriales de la época. Porque tanto Clarín como La Nación y La Razón fueron el sostén del relato de la peor dictadura de nuestra historia, sus protectores, socios y propagandistas. No habrá programa de cotillón que los aleje de la alianza con el terrorismo de Estado.
Y lo saben.
Aquellos aniquiladores antisemitas también picanearon a Jacobo Timerman, colega «editor» de estos recientes «republicanos».

«¿Así que sos sionista?», le preguntaban, a los gritos y cachetazos, los verdugos al mando de Miguel Etchecolatz. «Sí, lo soy», respondía el fundador de La Opinión.
Desnudo y torturado fue más digno que toda esa jauría de enloquecidos de sangre.
Lidia conoció muy bien esos calvarios. En la causa por el Circuito Camps describió en detalle cómo padeció un tumor cerebral a causa de los brutales golpes que le propinaba Norberto «Beto» Cozzani, miembro de la patota de Puesto Vasco.
«En muchas oportunidades me decían que por orden del gobierno (la dictadura de aquel momento) teníamos que vender las empresas sólo a empresarios argentinos y no judíos», declaró.
Esos 23 templarios del horror fueron condenados a prisión perpetua el 19 de diciembre de 2012 por esta justicia democrática. Pero todavía falta hallar al resto de los nietos de las abuelas y revelar quién secuestró a Jorge Julio López del barrio Los Hornos, en La Plata.
Todavía falta.

DOLOR MILITANTE. Lidia cuenta que hace más de seis años que no ve a sus nietos, los hijos de su hija María Sol, y ningún juez la asiste en su derecho como abuela. Miran para otro lado.
A veces hace una pausa en sus pensamientos que la remontan como el hilo del barrilete hasta Antonio Domingo Papaleo, su papá panadero y anarquista, fallecido en el ’82, tras una hemorragia que comenzó dentro de la cárcel.
Se siente rodeada por los fantasmas de las antiguas compañeras intramuros y la historia de una ladrona de bancos que tenía más coraje que algunos hombres. Afuera, iba armada con una 45 y cocaína. Adentro, protectora fiel, acercaba las noticias de «afuera» y el mate cocido reparador. La escalera del vacío.
Lidia vuelve al destino como arrebato de su duelo.
–¿Qué la moviliza a seguir adelante?
–El amor a David Graiver me mantiene viva. Pienso en él y me da fuerzas para seguir. La relación amorosa con David es mi motor. La familia que supimos crear. Así logré sobrevivir todos estos años de padecimientos. Mi hermano Osvaldo, mi hermano Hugo. Ellos me ayudaron siempre. Si hasta me quisieron echar de mi edificio porque era una presa de la dictadura, casada con un judío al que tildaban de terrorista. Mis propios vecinos. Sé bastante sobre el funcionamiento del odio. Podría hacer un tratado. Pero prefiero actuar con amor y dedicación. Tener convicciones tiene un costo. Yo quiero que Papel Prensa esté en manos de los argentinos. Que esté en manos del país. Porque «Dudi» fue un pionero en un montón de cosas. Él creía en la pluralidad de voces, en el ejercicio del periodismo, en la libertad. Ayudaba a los jóvenes pintores y los becaba para la Bienal de Venecia. Era íntimo amigo del cura Carlos Mugica y donaba la leche y el pan para la Villa 31. Pocos lo saben, pero así era David. Un buen hombre.
–Su muerte sigue siendo un misterio.
–Fue terrible para mí, de golpe me quedé totalmente sola. A cargo de un conglomerado de empresas y bancos en todo el mundo y con una hija chiquitita. Me acuerdo que en una reunión social en México, antes de la muerte de David, un importante hacendado, Gabriel Alarcón, le había dicho: «David, vendé Papel Prensa porque te costará la vida.» Fue en el ’76. Me quedé totalmente sorprendida con aquella frase. Le pregunté y él como siempre me dijo que me quedara tranquila, que no pasaría nada. Luego de su muerte comencé a recibir presiones que me llevaron a pensar que iba a vivir momentos muy duros y no me equivoqué.
–¿Cómo hizo para sobrevivir?
–Con fe. Yo siempre me refugié en mi familia, pero no estaba preparada. Soy sólo una psicóloga, no sabía manejar un grupo empresario como el que había creado mi marido. No tenía ni la menor idea de qué hacer. Pero regresé al país y me hice cargo. Después vinieron los aprietes de los tres diarios, las reuniones con esta gente en el edificio de La Nación, donde me topé con la mirada perversa de este señor Héctor Magnetto, que me amenazó a mí y a mi hija si no firmaba la transferencia de acciones en poder de ellos. Fue un despojo absoluto.
–¿Cuál es el balance de estos tres años?
–En 2010 tomé la decisión de salir a denunciar a estos personajes por lealtad a David. Después de la asamblea de Papel Prensa que todos hablaron de números, yo les dije en la cara que estaba sentada ahí por una historia de amor. Eso definió mi vida en base a un recuerdo verdadero. Fue un cambio tan drástico como el ’76, cuando muere David. Todo se define como una identidad para mí y gira en torno a su verdadera dimensión.
–Desde Clarín insisten en que usted nunca había hecho referencia a Papel Prensa, ¿qué les responde?
–No es cierto. Los militantes de las organizaciones de Derechos Humanos saben que no miento. Los que me conocieron en la cárcel también saben que siempre hablé de Papel Prensa. Y por eso era la última de las marginadas en los pabellones. El resto de las internas se apartaban de mí por miedo. Porque el miedo tiene un olor determinado, se puede oler el miedo. Que es muy distinto a lavarse o no lavarse. El miedo no se quita con una ducha, nene.
–¿Cómo sobrellevó la vida en libertad?
–Cuando salí de la cárcel en el ’82 volví a ejercer como psicóloga. Recién ahora me libero del miedo. Todo eso me produjo el año 2010. Más tarde volvió la negrura de la muerte con Néstor, que era muy afectuoso conmigo, eso me hizo pelota. Murió él, me rompí un pie y me explotó una mano. Quedé en sillas de ruedas. Me preguntaba qué iba a pasar. Por suerte todo se encaminó. Fui al velatorio de Néstor con mucho dolor y conversé con la presidenta. Hablamos de la fe, de nuestras convicciones. Ella es una mujer muy firme. Es lo que vos ves: clara y precisa.

El hermano de Lidia, Osvaldo Papaleo, de trayectoria en el peronismo, recuerda las charlas con algunos intendentes y dirigentes del interior sobre Papel Prensa en tiempos de debate por la Ley de Medios. Cuenta que incluso en algunas provincias hay quienes todavía le temen a Clarín. Afirma que sólo Néstor, Cristina y el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, fueron y son los más firmes defensores de la lucha por la verdad contra la mayor corporación mediática del país.
«Ustedes que hicieron aquella nota con Isidoro Graiver donde se reveló lo que opinaba antes de ser ‘requerido’ por Clarín –remarca Osvaldo Papaleo– tienen que saber que el domicilio de este personaje es un misterio desconocido. Hubo al menos dos millones y medio de razones para que este señor se fuera a vivir a Londres. Estos tipos no tienen límites.»
La voz de Lidia y las circunstancias como gotas heladas.
Ciertos abogados que quisieron «mediar» para quebrarla. Pegajosos del poder del dinero. Sicarios trajeados y ejecutantes.
Afuera sigue lloviendo. Nos despedimos con un abrazo cálido.
Desandar el camino perseverando contra el señor Matanza.
De eso se trata. «

Un juez en su laberinto

J.A.

Por estas horas, el juez federal Julián Ercolini transita su laberinto. Según fuentes de la investigación, en los próximos días podría «haber novedades y citaciones» en la causa que lleva tres años de plancha en los cajones del fuero federal.
Desde que el recientemente jubilado magistrado platense, Arnaldo Corazza, se declaró incompetente, tras permitir que Isidoro Graiver se fuera del país y declarara de forma contradictoria en su juzgado, el complejo expediente anduvo mudado entre La Plata y la Capital Federal. Ninguno de los jueces actuantes se animó a citar a testimoniar a Héctor Magnetto y a Bartolomé Mitre, de Clarín y La Nación. Cuando la causa pasó fugazmente por el despacho de Daniel Rafecas, el CEO de Noble se presentó en persona en el Consejo de la Magistratura para pedir su juicio político. Con el antecedente del ex juez Roberto Marquevich, destituido en 2004, luego de encarcelar a la viuda de Noble por el presunto trámite irregular de la adopción de sus hijos Felipe y Marcela, el Poder independiente de la Justicia se apagó.
Por lo general, los funcionarios judiciales suelen otorgarle cautelares al grupo como los árbitros fallan penales inexistentes.
Lo último que se supo, tal como publicó este diario el pasado 11 de mayo, fue que Ercolini «requirió el envío de todos los balances y un informe sobre la tasación y la evolución del precio de sus acciones ‘desde sus orígenes’ para determinar si hubo ‘precio vil’ en la venta» de Papel Prensa.
El «farragoso» análisis económico y contable dispuesto por Ercolini no significa –de hecho– que desde su juzgado avancen con la acusación de lesa humanidad promovida por el Estado.
Lidia Papaleo recibió una primera cuota de 7000 dólares cuando firmó el traspaso de acciones en las oficinas de La Nación el 2 de noviembre de 1976. Meses después, el 14 de marzo del ’77, fue secuestrada por un grupo de tareas al mando de Ramón Camps.

(nota publicada en el diario Tiempo Argentino el 6 de junio de 2013)

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Papel Prensa y David Graiver


El caso Graiver siempre me ha interesado. Puedo asegurar que le dediqué varios años de trabajo duro al asunto.

Conservo estudiadas y marcadas con resaltador las dos ediciones del libro de Juan Gasparini, «El crimen de Graiver» y «David Graiver, el banquero de los Montoneros», de 1990 y 2007. Entrevisté a Gasparini -entre otras fuentes- en el bar La Paz hace un par de años con la intención de conocer la verdad sobre ese episodio silenciado por la corporación de prensa monopólica.

En el nacimiento espúreo de esa empresa arrebatada a sus dueños originales en los pozos de la tortura, radica la semilla del descrédito del principal grupo de prensa de la Argentina que todavía domina el mercado gráfico, la televisión, el servicio de Internet y el cable en millones de hogares del país.

Por esa razón, resulta indispensable refrescar la memoria sobre un episodio histórico que va mucho más allá de los intereses del periodismo. Y más en estos momentos en que al fin se debate dentro y fuera del ámbito judicial las validez de las acciones de Clarín y La Nación desde que adquieron la mayoría accionaria de esa compañía por medio de los favores de la dictadura.

Aquí mismo podés bajar completo  el libro de Gasparini y enterarte cómo Clarín, La Razón y La Nación se quedaron con un meganegocio de papel, pasando a dominar y digitar la política y la prensa, luego de la extrañísima muerte de Graiver en México, que el autor -sobreviviente de ESMA- se ocupó de investigar a fondo.

Bajá el libro completo de Gasparini

El testimonio de Osvaldo Papaleo ante la audiencia pública en el debate de la ley de medios:

Miradas al Sur

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